CRÓNICA DE LA PRESENTACIÓN DEL LIBRO EL LIMONERO DE HOMERO V
Por Magda Villarroya
Justo a tiempo. Llegué cuando los componentes del grupo de poetas El Limonero de Homero ya estaban sentados en la tarima, el público en sus asientos y el portavoz del grupo, Blas Muñoz, daba comienzo al acto.Era la presentación de una obra colectiva: El Limonero de Homero V. Sus protagonistas, autores del mismo y por orden de tarima mirando de frente, de izquierda a derecha: Vicente Barberá Albalat, Pascual Casañ Muñoz, Blas Muñoz Pizarro, Antonio Mayor Sánchez y María Teresa Espasa Moltó. Cinco importantes poetas valencianos más uno: Joaquín Riñón Rey, que nos dejó, pero que era parte fundamental en el grupo, cuyo recuerdo sigue vivo en todos nosotros.
Era tarde de homenajes, se notaba en el ambiente no sé por qué, quizá sean esas cosas mías, tal vez solo mi imaginación o mi intuición. Apenas comenzada la tarde tuvo lugar el primero de ellos. Vicente Bosch, encargado del Área de Cultura del Ateneo Mercantil de Valencia, según lo prometido hace poco en la Clausura del Ciclo de Poetas en el Ateneo, le entregó a Vicente Barberá un recuerdo en agradecimiento al trabajo realizado durante más de seis años al frente de las cuarenta ediciones del Ciclo y no solo de eso, sino también del trabajo literario realizado en su conjunto en Valencia, citando asimismo sus clases de felicidad que imparte en un Instituto de Orriols. Una placa preciosa, se adivinaba desde la última silla del salón Sorolla donde estaba sentada, una placa que la Junta Directiva del Ateneo acordó concederle. Vicente Bosch nos prometió de nuevo que la poesía iba a seguir viva en el Ateneo y le pidió a Vicente que no se alejara de él. Vicente la recibió muy emocionado, se le notó cuando dijo que no iba a decir nada, pero lo hizo, aunque muy brevemente. Y como es tan generoso, dijo que lo que había conseguido había sido gracias a mucha gente que estaba presente en la sala y que sin ella no hubiera sido posible nada, y yo añado que sin él seguramente el Ciclo no habría existido.
No voy a seguir el orden del acto porque me aburre seguir un guion, prefiero hacerlo a mi aire aunque es inevitable recordar el comienzo. Blas Muñoz nos recordó a nuestro querido Ricardo Bellveser Icardo, me lo imaginaba haciendo la presentación del libro con ese hablar suelto, sin guiones, como yo, atrapándonos con sus palabras, sus anécdotas, sus cosas, estoy segura de que no habría leído su prólogo, nos habría contado mil cosas. Pero por desgracia él no estaba, pero sí su hija Carla Bellveser y hubo de suplir a su padre, nos lo trajo ella porque recuerdo sus palabras: él está aquí porque siempre va conmigo, así que fue ella quien leyó el prólogo y además nos prometió que ahora más que nunca estaría con nosotros en estos encuentros poéticos tan nuestros. Es que Ricardo iba a ser el presentador del libro, lo prometió, pero bueno, la vida rompe las promesas que se hacen, así, cuando le da la gana, y no tenemos más remedio que aguantarnos. Ricardo también fue el presentador del volumen IV del Limonero, tenía una gran amistad con todos los componentes del grupo, creo que Blas Muñoz dijo que era una amistad personal de más de cincuenta años. Las palabras de Ricardo quedaron flotando en el aire en la voz de su hija y no pude evitar, otra vez, ese nudo en la garganta que a punto estuvo de romperse de nuevo.
Después Blas Muñoz nos explicó que cada uno de ellos iba a leer un poema, o dos si era muy cortito, que harían dos rondas. Todos los poemas de las dos vueltas fueron preciosos, no voy a decir que los recuerdo todos, pero tengo imágenes: el de una luna roja en Grecia, creo que de Pascual Casañ, una de los Reyes Magos, de Vicente Barberá Albalat, da la casualidad de que un día antes lo había estado leyendo por eso se me quedó grabado y la luna porque sabéis que me muero por ella. Antonio Mayor que nos trajo Alejandría y unos dioses que le abandonaron, es que Grecia es mi punto débil, por eso me acuerdo, sin despreciar a Roma, ¿eh?, que gracias a los romanos tenemos un Código Civil que les dio el trabajo hecho a los legisladores; una imagen de huellas, puntos, huellas de María Teresa Espasa y la imagen tremenda del poema de Blas Muñoz que ya conocía, habla de un tren que dejó casi noventa muertos en Galicia y gran cantidad de heridos por culpa de una curva o a saber de qué o de quién, y eso me hizo recordar el accidente del metro de aquí donde fallecieron cuarenta y tres personas y lo dejo ahí porque me conozco.
Sé que es un resumen muy resumido, perdón por la aliteración, es lo que tiene ser también poeta, lo sé, pero la poesía son imágenes, sentimientos, y es lo que transmitieron esos grandes poetas que nos presentaban su libro, es lo que ha de transmitir la poesía dejando a un lado la filosofía, tan fría, tan del pensamiento, o eso pienso yo, y como son grandes, pues nos ofrecieron versos cargados de lirismo (que también ha de tener la poesía) con una gran carga de emociones, esas que no se ven y que son tan difíciles de explicar con palabras, pero como decía, son poetas de los buenos, de los auténticos, esos que a veces me recuerdan a mis queridos clásicos, y supieron hacerlo magistralmente.
Y a partir de ahí se me lía todo en la cabeza. Solo resuena un nombre: el de Joaquín Riñón, al que tuve la suerte de conocer hace ya unos quince años, en los comienzos de la poesía en el Ateneo. Qué voy a decir yo que no se haya dicho ya de él… Era un hombre extraordinario, discreto, con esa timidez que le hacía tan especial, con una gran vida interior que transformó en versos. Formó parte de El Limonero de Homero, pero Joaquín nos dejó y su recuerdo sigue presente en todos nosotros, especialmente en el de los cinco poetas que nos presentaban su libro y que no han querido que Joaquín quedara fuera de él. Una selección de aforismos, que él llamaba aforemas, que viene de las palabras poemas y aforismos porque tienen un punto de lirismo muchos de ellos que los hace diferentes. Fue un homenaje precioso, pero nada triste, al contrario, hubo risas mezcladas con lágrimas porque estaba lleno de amigos íntimos que esa tarde quisieron estar con él. Alguno salió solo a decir unas palabras en su recuerdo. Antes hablaba del destino, cómo es… Hubo varios asistentes que no pudieron leer pese a que querían hacerlo, resulta que unos llevaban el libro pero no llevaban las gafas para leer y otros llevaban las gafas pero no llevaban el libro, aunque esto último se suplió con el libro que les prestaron. La anécdota de las gafas hizo que cada vez que alguien salía a decir algo y decía: yo quería leer algún aforema pero no llevo las gafas, se oían las risas. Muchos de los aforemas de Joaquín tienen un punto de humor que nos hacían sonreír, por eso decía que no fue un recuerdo triste; abrió la lectura uno de sus hijos y después dos de sus hijas, que lo hicieron divinamente, fue una lectura cargada de cariño que dedicaron a su padre y después fueron saliendo uno tras otro esos amigos que decía antes, entre ellos esos olvidadizos de las gafas que pusieron el punto desenfadado al recuerdo de nuestro querido amigo.
Blas Muñoz agradeció a nuestro querido José Luis Vila su presencia en el acto con su cámara para dejar testimonio de todo con sus estupendas fotografías. Y a Toni Alcolea, director de la editorial Olé Libros, que ha sido quien ha publicado el libro. Y como Blas es así, he de citarme porque también me agradeció estar allí, sabiendo que me gusta pasar desapercibida, pero bueno, a Blas le disculpo todo, pero que conste que pasé un momento “especial” cuando todos se giraron a mirarme. Salvo a Félix Molina, Coordinador del Aula de Poesía, a mi querida Vicky (Mª Victoria Roig), a Rosa Llorens, a Norma González, a Alejandro Font de Mora, a Juan Luis Bedins, a Virgilio Fuero, a Merche (Mercedes Garay), esposa de Blas…, no puedo nombrar a nadie más porque en primer lugar, no los conozco, y en segundo lugar, si me dejara a alguno quedaría fatal; el salón se llenó de amigos, muchos de ellos grandes poetas que quisieron estar con los que esa tarde estuvieron presentando un libro bellísimo, interesante a más no poder, porque son seis estilos diferentes, seis formas de escribir poesía, seis personalidades diferentes unidas por los versos, por la amistad y por el gusto por la literatura y por la cultura, que es lo que más me gusta.
Blas Muñoz nos agradeció nuestra asistencia y Vicente Bosch cerró el acto dándonos las gracias por confiar una tarde más en el Ateneo, invitándonos a seguir haciéndolo. Y yo, mentalmente, como siempre, a él y al Ateneo en su conjunto por prestarnos ese edificio tan magnífico para la poesía. Por supuesto, hubo foto final. Nos colocamos todos y todas alrededor de la tarima y quedamos retratados para la posteridad por la cámara de nuestro querido José Luis Vila, que no sé cómo hace para que quepamos todos en la fotografía.
Y yo salí corriendo a coger un taxi. Estaba contenta porque había podido estar allí, que era lo importante, y porque tenía la sensación de haber estado con Ricardo y con Joaquín, qué cosas, y también acordándome de Vicente Barberá y su merecidísima placa que le había otorgado el Ateneo de Valencia, y por qué no… de una cervecita que me apetecía tomarme con todos ellos a la que por motivos personales no podía quedarme, pero me conformé con lo que me había dado la vida y me subí al taxi. Muchísimas gracias por leerme una vez más.
© Magda Villarroya. Escritora y poeta. 2 de febrero de 2022.
© Fotografías José Luis Vila