‘Lavapiés es una mierda’ o el barrio más ‘cool’ y rebelde de Europa

La novela Lavapiés es una mierda es el relato de este conocido barrio a través de sus personajes pero también una defensa de todos aquellos que viven en barrios populares de nuestro país y que ahora sufren la gentrificación y turistificación.

Rafa Calleja se vale del humor ácido y de una mirada canalla para acercar al lector la realidad del barrio madrileño de Lavapiés

Lavapiés es una mierda (Editorial Olé Libros, 2024) es la primera novela de Rafa Calleja, que trabajó en medios de comunicación y aunque ahora está ‘retirado’ del oficio, no lo está de la mirada crítica de la realidad que le rodea. Así, gracias a lo que escucha y ve tras la barra del negocio hostelero que posee junto a dos socios en Lavapiés, ha dado vida a cinco personajes principales y muchos otros secundarios que se mueven por el barrio, que igual que aparecen, desaparecen, tal y como sucede en la realidad en Lavapiés.

Rafa Calleja aprovecha sus experiencias en su «tejido social» y en las barras de sus bares (como cliente, camarero y propietario) para hacer inventario y auditoría de los restos devueltos por las olas de modernos, artistas, drogadictos, especuladores, miserables, activistas, pretenciosos, buscavidas y fans de Sabina que llevan devastando este barrio desde los noventa.

 

    • ¿Por qué decides titular a tu novela de esta manera?

El título tiene que llamar la atención, eso lo primero. Y ya hay demasiada gente contando lo ideal y colorista que es Lavapiés como para repetirlo yo otra vez. Esta novela habla de eso, de la parte de la que no es bonito hablar, de la basura que hace a este barrio un sitio normal, como todos los demás. Aunque de cualquier forma la idea del título no es mía (esto lo explico en el libro y no quiero hacer espoilers).

    • ¿Qué supone para ti Lavapiés es una mierda?

Supone poner en orden las cosas que he encontrado en los 18 años que llevo habitando y trabajando el barrio, cosas que parece que esté feo que se cuenten. Supone un inventario, un ajuste de cuentas conmigo mismo y mi forma de dejarme engañar y, también, supone un epitafio a una forma de ver y vivir la vida y relacionarme con el entorno. Me he quedado muy a gusto. 

    • ¿Cuáles son los temas que aparecen en la historia? ¿Hay un hilo conductor?

Es una novela sobre la madurez, básicamente. Los personajes llegan a este barrio buscando esconderse detrás de las muchas etiquetas con las que se lo han vendido y, en su periplo, se dan cuenta de que no hay donde esconderse y que nunca dejarán de ser lo que son.

    • ¿Lavapiés tiene un problema irreversible con la gentrificación? ¿Hay alguna solución?

No lo veo como un problema y sí como un proceso de cambio, que será bueno para unos y malo para otros, como todos los cambios, donde tenemos muy poco que decir aunque podemos estar opinando todo lo que queramos. Si hay una solución, que no lo creo, está mucho más allá de los circunstanciales vecinos, de cualquier análisis y de cualquier forma de organización. La realidad es que solo podemos esperar y adaptarnos a lo que venga. Como siempre, vamos. Y quien quiera vender otra cosa, miente. Esto no significa que esté a favor ni me que gusten estos cambios (yo me he tenido que ir de mi ciudad), pero considero absurdo preocuparse por algo que está mucho más allá de lo que tú puedas decidir o desear.

    • Lavapiés es una mierda es una obra coral llena de personajes con una historia dura detrás o canallas o caraduras… ¿Son personas e historias reales que has conocido?

Todo lo he escrito en esta novela lo he sacado del barrio de Lavapiés. Hay cosas que son ciertas y, otras, simples rumores que no me he molestado en comprobar. Yo escribo ficción basándome en las cosas que me encuentro por la calle, no soy periodista, ni sociólogo ni historiador. Los personajes no existen como tales tampoco, están hechos a base de retales recortados de muchas personas e historias. Es más, he tenido que descartar muchas cosas porque, aunque verdaderas, no había forma de escribirlas y que parecieran verídicas.

    • La obra destila humor ácido en sus páginas. ¿Es así la manera en que aceptas la realidad del barrio que te ha acogido?

El barrio no me ha acogido en ningún momento y tampoco yo se lo he pedido. Busqué un hueco aquí porque había posibilidad de sobrevivir, eso es todo, me hubiera dado igual cualquier otro sitio. El humor es una forma de poder sobrevivir a tanto dolor, tanta miseria humana, tanta estafa, tanta maldad, tanto postureo… Pero esto no es algo de lo que tenga la culpa Lavapiés; esto es la puta vida.

    • Dicen que el escritor se esconde tras los personajes y la ficción en muchas ocasiones. ¿Ha sido tu caso con tu novela?

Lavapiés es un barrio de esconderse, de todo y de nosotros mismos, los primeros. Mis personajes me son ajenos en gran parte. He creado gente que no piensa como yo, que tiene otros orígenes sociales, otros sueños, otras actitudes al respecto de la vida, pero sí que me he permitido colar, de vez en cuando, algún elemento autobiográfico para darles más empaque.

    • ¿Ha sido una novela muy madurada? ¿Te ha costado mucho escribirla?

Mucho. Han sido 12 borradores previos hasta que ha visto la luz la versión definitiva. Yo no soy un escritor profesional, soy un hostelero que observa las cosas a pie de calle y de barra, lo que las hace absolutamente creíbles, ciertas, porque yo no tengo necesidad de vivir de esto y contar las cosas que la gente espera leer. A mí me subvenciona mi propio trabajo.

    • Son ya cerca de diez presentaciones en diversas provincias de España. ¿Cómo está acogiendo el público a la novela?

La mejor acogida la he tenido de gente del barrio, gente que me ha dicho que ya era hora de que alguien escribiera algo así, gente harta de los clichés de barrio multicultural, artístico y rebelde. Luego he tenido reacciones diversas; mucha gente se pensaba que yo era un militante de izquierdas que iba a leerles el catecismo, el decálogo de “buen desobediente”, que les dice que tienen razón y que acabarán triunfando… Y el desobediente soy yo que les digo lo que no esperan. Hay gente que se descoloca y eso me encanta. Escribo lo que me gusta leer y me gusta que lo que leo me remueva. Para decirme lo guapo que soy ya tengo a mi santa madre.

    • ¿Qué esperas o qué te gustaría que pensase el lector al leer tu obra?

Lo mismo que me ha llevado a mí a escribirla; que gran parte de que nos hayan engañado y nos sigan engañando la tenemos nosotros mismos, que seguimos comprándole a los trileros, pagando con nuestras almas, las baratijas que nos venden. Dejar de hacernos las víctimas, asumir nuestra responsabilidad y hacernos mayores de una vez, que ya va tocando.

 

15 COSAS PARA SABER MÁS DE… RAFA CALLEJA

 

    • Una manía:

No mirar a los ojos cuando hablo con alguien.

    • ¿Cuál es tu deporte favorito? ¿Lo practicas o eres de verlo en el sofá?

El deporte es básico en la vida. Corro largas distancias (10K, 21K y hasta maratones) y hago bici de carretera. No tengo tele desde 2009, pero sí me siento desde 2007 en las gradas de Vallecas a ver al Rayo.

    •   Comida preferida.

Decía Cervantes que el hambre es la mejor salsa. Me da igual, como de todo.

    • ¿Algún vicio inconfesable?

Seguirán quedando inconfesados.

    • ¿Y un vicio confesable?

Los habituales, destacando la promiscuidad sexual.

    • ¿Manías en la escritura? Papel, bolígrafos…

No, me apaño con cualquier cosa.

    • ¿Mar o montaña?

Ahora, montaña. Vivir en la sierra me recuerda que ya no estoy en Madrid y eso me hace feliz.

    • Fuentes de las que bebés literariamente.

Me ha influido mucho leer a Baroja, Dostoievski, Faulkner o Céline y contemporáneos como Houllebecq, Schriver o Pedro Juan Gutiérrez. Me encanta la literatura contemporánea norteamericana en general y el realismo sucio en particular.

    • Tu película top.

Atraco a las 3, de José María Forqué.

    • Tu libro favorito.

El ruido y la furia, de William Faulkner.

    • Estilo de música preferido y grupo o cantante.

Depende, pero apunta a Otis Reading, Chet Baker, Los Planetas y Metallica.

    • Valores que estimas más en una persona.

La independencia.

    • ¿Qué defecto te resulta imperdonable?

Ninguno, lo perdono todo. No me tomo a nadie demasiado en serio.