En el actual panorama de la poesía contemporánea española, la labor de editoriales con agallas y buen ojo, es ir más allá de publicar libros; nuestra misión es seguir dando voz a los autores que ya sea porque llevan toda la vida en esto o porque su manera de contar es única y está empezando a despuntar, necesitan ser leídos, disfrutados y por qué no decirlo, celebrados como se merecen. Y dentro de nuestra editorial, las colecciones no son un cajón de sastre. Son como pequeñas casas temáticas, espacios donde los editores, con un cariño y un criterio que se notan, trazan líneas maestras, ya sean estéticas, de temas que tocan la fibra, o de maneras de entender el mundo. Son en definitiva invitaciones directas para que vosotros, lectores inquietos os deis un paseo por paisajes de versos elegidos con la mayor atención y delicadeza.
Hoy, en esta primera entrega de lo que promete ser un viaje de los buenos, nos vamos a zambullir de cabeza en cuatro propuestas poéticas que son canela fina, todas ellas arropadas bajo el manto de la colección ‘Libros de la Hospitalidad’ de Olé Libros. Os adelanto que es una selección de esas que no te dejan indiferente, de las que se te quedan dando vueltas en la cabeza y en el pecho. ¿Estáis listos para descubrir versos que curan heridas, que dibujan mapas de la memoria con una precisión de cirujano, que arden con la pasión del momento justo, y que se atreven a tender puentes entre lo más profundo del alma y los misterios de la ciencia? Pues agarraos, que vienen curvas… ¡y seguid leyendo, que esto promete!
La colección ‘Libros de la Hospitalidad’: un hogar de puertas abiertas para la palabra con alma
Si uno se pone a bucear en el catálogo de Olé Libros, la colección ‘Libros de la Hospitalidad’ brilla con luz propia, no os voy a engañar. Se presenta como un espacio donde la poesía se toma en serio, pero con cariño. Aquí se da cobijo principalmente a antologías de poetas que ya tienen un nombre, gente reconocida y con premios a sus espaldas –figuras de la talla de Jenaro Talens o Isel Rivero, por ejemplo–, y por supuesto, los cuatro ases que vamos a desmenuzar hoy: Rodolfo Häsler, Rosa Lentini, Bartolomé Ferrando y Clara Janés.
El nombre de la colección, «Libros de la Hospitalidad», es toda una declaración de intenciones. No es una etiqueta puesta al tuntún, ¡qué va! Va mucho más allá, sugiriendo una filosofía editorial, un ethos de trabajo que se palpa. La palabra «hospitalidad» nos lleva directos a ideas como la bienvenida cálida, el ofrecer refugio seguro, la generosidad sin esperar nada a cambio, y una mentalidad abierta de par en par. Si aplicamos esto a una colección de poesía, podemos imaginarnos varias cosas. Por un lado, es la editorial «hospedando», casi mimando, a estos poetas de trayectoria impecable. Pero hay otra lectura, quizás más potente y que a mí personalmente me llega más: es la propia poesía la que nos ofrece un espacio «hospitalario», un lugar donde nuestra alma y nuestro intelecto pueden sentirse agustito, comprendidos, estimulados.
Y es que los temas que se exploran en las obras que vamos a cotillear hoy –la sanación de las heridas del alma, el peso y la luz de la memoria, el dolorcito de la pérdida, lo rápido que se nos escapa el presente, ese diálogo a veces sorprendente entre la ciencia y la poesía– son, ni más ni menos, experiencias que nos tocan a todos, ¿verdad? Son vivencias humanas fundamentales que, cuando pasan por el filtro mágico de la poesía, cuando se destilan con ese arte que tienen los poetas, pueden ofrecernos un consuelo que ni te imaginas, un rincón para pensar nuestras cosas con calma, una especie de hospitalidad emocional e intelectual de cinco estrellas. Por lo tanto, da la sensación de que esta colección no solo busca libros que estén escritos con una técnica depurada (que también, ¡ojo!), sino obras que te lleguen dentro, que tengan una resonancia humana profunda, que te hagan sentir que, en medio de tus propias movidas y complejidades, hay un lugar donde te entienden y te acogen. Y eso, en los tiempos que corren, es un tesoro.
La colección “Libros de la hospitaliudad” es dirigida por Víktor Gómez «Valentinos».
Nuestra hoja de ruta para hoy: un primer vistazo detallado a cuatro joyitas poéticas
En esta primera parte de nuestro viaje literario, vamos a meternos hasta la cocina en los universos poéticos de cuatro obras que son palabras mayores, todas ellas bajo el paraguas de los ‘Libros de la Hospitalidad’: nos esperan «Hospital de Cigüeñas» de Rodolfo Häsler, «Montblanc en sombra y piedra» de Rosa Lentini, el incandescente «Jardín de Fuego» de Bartolomé Ferrando, y el fascinante «De esferas y trayectos» de Clara Janés. En cada parada que hagamos, en cada reseña, vamos a intentar desentrañar el corazón de sus temas, a pillarles el tranquillo a sus estilos tan personales, y también buscaremos tender puentes hacia la voz de sus creadores y los ecos que sus obras han ido dejando en la crítica especializada.
Rodolfo Häsler y su «Hospital de cigüeñas»: allí donde la palabra no solo sana, sino que Revela Mundos
«Hospital de Cigüeñas» de Rodolfo Häsler, que vio la luz gracias a Olé Libros allá por 2021, es el tercer título que se sumó a esta colección tan especial de ‘Libros de la Hospitalidad’. Y os digo desde ya que es mucho más que una simple antología poética; es una invitación en toda regla a embarcarse en un viaje hacia dentro, un viaje donde los sentidos y la introspección van de la mano. El prólogo, que corre a cargo de Magdalena Chocano, ya nos pone sobre aviso y nos da una clave de lectura que es oro puro: «aquello que colabora y aquello que impide la escritura de poesía se trenzan en un juego que va dejando huellas en cada poema» (Häsler, «Hospital de Cigüeñas»). Y creedme, esa tensión, esa lucha y esa colaboración entre lo que quiere salir y lo que se resiste, se siente, se palpa en cada página, en cada verso.
Presencias que marcan y temas que se te quedan dentro
Más que personajes de novela, con sus diálogos y sus tramas, en «Hospital de Cigüeñas» lo que nos encontramos son presencias, casi espectros, y símbolos cargados hasta los topes de significado, que vienen a encarnar los dilemas, las dudas y las certezas del propio poeta. Por ejemplo, la figura del escritor Calvert Casey se pasea por estos versos envuelta en un halo de fatalidad, de destino casi trágico. Y la propia acción de leer, ese acto que tanto nos gusta, se convierte aquí en algo impregnado de un sino inevitable, como cuando en el poema «Una librería en Villa Crespo» aparece «un lomo dorado donde se empolva el destino» (Häsler, «Hospital de Cigüeñas»). ¡Poesía pura!
Los grandes temas que Häsler pone sobre la mesa son la eterna lucha entre la evocación del recuerdo y la visión directa, cruda, del presente, y ese peso, a veces losa, a veces motor, del «destino» y la «fatalidad» que parece impregnarlo todo. Hay una sección central, la que precisamente da título al libro, «Hospital de cigüeñas» (Marrakech), que funciona como un potentísimo corazón metafórico. Es aquí donde Häsler nos sumerge en la ancestral pelea por sobrevivir entre la serpiente y la cigüeña, en las heridas que se infligen, en ese proceso lento y a veces doloroso de curación, que al final desemboca en la aceptación del propio destino: no queda otra que unirse al viaje de la bandada, seguir adelante (Häsler, «Hospital de Cigüeñas»). Esta parte del libro es una maravilla para entender que lo que Häsler nos cuenta va más allá de soltar unos versos bonitos; es un verdadero tránsito por el dolor, una travesía que busca, y a menudo encuentra, una forma de sanación. Como bien apuntaba una crítica en WMagazin, que me parece muy acertada, «hay un proceso de duelo pasado, la voz ya habla desde la cicatriz, la herida está cerrada y el equilibrio prevalece». Ese «dolor digerido», como lo llaman, es la clave para pillar la profundidad de esta obra.
Y luego está la naturaleza, ¡qué importante es en este poemario! Sobre todo en la sección final, «A partir de una flor» (Häsler, «Hospital de Cigüeñas»). Aquí, la naturaleza no es un simple decorado, sino que actúa como un verdadero catalizador, como la chispa que enciende la revelación y la creatividad. Cada flor que aparece es como un «talismán» (Häsler, «Hospital de Cigüeñas»), cada una con su magia particular: el loto azul y su «magia materna», la genciana que tiene el poder de «revive[r] a un animal amado», o la imponente rosa damascena, cuyo aroma es capaz de «adormece[r] al más osado» (Häsler, «Hospital de Cigüeñas»). Es una forma preciosa de mostrarnos cómo lo natural puede ser una fuente inagotable de inspiración y consuelo.
El secreto está en la masa: estilo y estructura del poemario
Si hablamos del estilo de Häsler, hay dos palabras que me vienen rápido a la mente: sensorial y simbólico. Te mete de lleno en sus poemas. Por ejemplo, en «Café Urania», casi puedes tocar el «tejido dorado» de un mosaico de Klimt o respirar el «aroma del café» (Häsler, «Hospital de Cigüeñas»). Consigue que te sumerjas en una atmósfera que se puede palpar. El poeta, nos cuenta, «desea hacerse / con el oro / mencionado en otro poema, / pero el oro mantiene su peso» (Häsler, «Hospital de Cigüeñas”). ¡Qué metáfora tan brutal para describir esa lucha constante por encontrar la palabra exacta, esa palabra que pese, que signifique! Además, las referencias a lugares y culturas diversas (desde Miami a Santiago de Cuba, pasando por los Balcanes) le dan una riqueza y una textura al poemario que te obligan, como decía WMagazin, «al lector a no ser superficial». Y es que Häsler tiene esa habilidad de contarte la historia que se esconde en las grietas de las fachadas, en los pequeños detalles.
La estructura del libro, dividido en tres partes –«Limado», «Hospital de Cigüeñas», y «A partir de una flor»–, no es casual. Podríamos verla como el mapa de un viaje interior, de una transformación. «Limado» (Häsler, «Hospital de Cigüeñas»), que ya de por sí evoca el acto de pulir, de quitar lo que sobra, podría ser esa primera etapa de enfrentarse a las crudezas de la vida, a las experiencias más ásperas. Después vendría el «Hospital» (Häsler, «Hospital de Cigüeñas»), ese lugar de crisis, sí, pero también de cuidado, de sanación. Y finalmente, desembocamos en «A partir de una flor», donde la naturaleza, como decíamos, le regala al poeta una capacidad creativa renovada, una nueva forma de mirar y de contar. Este recorrido tiene mucho de proceso alquímico, ¿no os parece? Donde la materia prima de la experiencia vivida se va transmutando, poco a poco, en poesía que cura, que ilumina.
Para que os hagáis una idea de la intensidad de esa sección central, os dejo un pellizquito: «Un cúmulo se apodera del nido, / viene desde los juncos / con el aura maltrecha, / trae a la presa, es alimento, / serpiente desfallecida / rota en la lengua, / de la picadura brota la sangre.» (Häsler, «Hospital de Cigüeñas»). Te deja sin aliento, ¿verdad?
Nuestra mirada de expertos (y apasionados)
Después de darle unas cuantas vueltas, «Hospital de Cigüeñas» se nos revela no solo como una colección de poemas de una calidad incuestionable, sino como el testimonio valiente y sincero de una transformación interior que se produce a través de la palabra poética. Aquí, el acto mismo de escribir es terapéutico, es una forma de revelación. Es un libro que te abre las puertas de par en par a su exploración de la herida y la sanación, y al hacerlo, te ofrece un espacio donde tus propias movidas internas encuentran un eco, una resonancia humana que reconforta y acompaña. Una joyita, de verdad.
Rosa Lentini y su «Montblanc en sombra y piedra»: cuando un lugar se convierte en poema y la memoria en resistencia
Ahora le toca el turno a Rosa Lentini (nacida en Barcelona en 1957), una figura que es mucho más que una poeta: es traductora, es crítica, es una curranta de las letras con una trayectoria que quita el hipo. En «Montblanc en sombra y piedra», publicado por Olé Libros en 2024, nos encontramos con el octavo título de estos ‘Libros de la Hospitalidad’. Y ojo, que no es un libro cualquiera. Es el resultado de haber vivido treinta años en Montblanc, ese enclave con tanta historia, y de haberlo madurado, masticado y sentido durante una década entera, entre 2014 y 2023 (Lentini, «Montblanc en sombra y piedra»). Casi nada. Estamos ante un ejercicio de memoria poética y personal de una envergadura que impresiona, os lo aseguro.
El paisaje como personaje central y los ecos de la pérdida
Si tuviéramos que señalar un personaje principal en esta obra, ese sería, sin dudarlo ni un segundo, el propio Montblanc. Pero no os imaginéis un Montblanc de postal, un simple decorado para los poemas. ¡Para nada! Aquí Montblanc es una entidad viva, un organismo que respira, que la autora ha sentido en sus propias carnes, que ha sufrido y ha amado. Lentini se enfrenta a la tarea titánica de cartografiar no solo sus calles y sus piedras, sino también su alma, su historia, y la huella imborrable que ese lugar ha dejado en su propia biografía.
El meollo del libro, la columna vertebral que lo sostiene todo, nos lo confiesa la propia autora en su «Nota» introductoria, que es una maravilla de sinceridad. Nos dice que el libro es una «forma de apropiarme de Montblanc sentimentalmente como paso previo a un acto de desprendimiento –sea liberación o catarsis– mediante la palabra poética» (Lentini, «Montblanc en sombra y piedra»). Fijaos qué valiente. Y esta declaración tan potente viene envuelta en la sombra melancólica de una idea que se repite como un eco a lo largo de las páginas: «TODO PAISAJE ES UNA FUTURA PÉRDIDA» (Lentini, «Montblanc en sombra y piedra»). Así, en mayúsculas, para que nos cale bien hondo. Ante esta certeza, la escritura se convierte en un acto de pura resistencia contra el olvido, en una manera casi desesperada, pero hermosísima, de «fijar lo que no podemos detener» (Lentini, «Montblanc en sombra y piedra»). Y para ello, toma prestada esa idea tan lúcida de Joseph Brodsky de que la memoria, al final, es una especie de «sustituto del amor» (Lentini, «Montblanc en sombra y piedra»). ¡Casi nada!
A pesar de que ella misma confiesa que su integración en el lugar no fue del todo completa, llegando a sentir que su lengua materna, el castellano, se volvía «extranjera y por tanto ajena a lo propio de la zona» (Lentini, «Montblanc en sombra y piedra») –¡qué sensación tan dura para una escritora!–, Rosa Lentini le dedica a este lugar un esfuerzo monumental. Lo describe como un «inventario psicofísico», según las palabras de Ángela Mallén, o un «álbum de recortes de vida», como apunta José de María Romero Barea. Este currazo de catalogar, de evocar a través de la poesía, de nombrar cada rincón y cada sensación, puede verse como una forma de construir, ladrillo a ladrillo, palabra a palabra, un espacio propio de pertenencia, un hogar hecho de lenguaje. En este sentido, el libro es un mapa personalísimo y poético que reclama, con todo el derecho del mundo, un territorio emocional que le pertenece.
La obra nos sumerge de lleno en la atmósfera de Montblanc, y lo hace activando todos nuestros sentidos. Arranca con «El penetrante y ácido aroma de vinagre» (Lentini, «Montblanc en sombra y piedra»), y a partir de ahí nos va recordando que «Los lugares pueden olerse […] como si nuestra identidad fuese un mapa de aromas» (Lentini, «Montblanc en sombra y piedra»). ¡Y cuánta razón tiene! A lo largo de sus páginas exploramos sus sonidos, el silbido del viento, su historia densa y rica –desde los primeros pobladores hasta leyendas tan evocadoras como la de la Nialó (Lentini, «Montblanc en sombra y piedra»), pasando por el barrio judío y los ecos de tantas guerras que resonaron entre sus murallas (Lentini, «Montblanc en sombra y piedra»)–. También nos habla de su flora y su fauna (Lentini, «Montblanc en sombra y piedra»), y se adentra en los sueños y las memorias de la gente que lo habitó y lo habita (Lentini, «Montblanc en sombra y piedra»). Hasta la piedra misma, ese elemento tan característico de Montblanc, se convierte en un testigo silencioso de la «obstinada resistencia que se impone al tiempo y al devenir» (Lentini, «Montblanc en sombra y piedra»). Es un libro para leer con calma, paladeando cada detalle.
El lenguaje como constructor de mundos: estilo y estructura
El estilo de Rosa Lentini en esta obra, aunque se nos presente en prosa, está preñado de una cualidad poética que te envuelve. No encontraréis aquí una prosa funcional o meramente descriptiva; cada frase está cuidada, cada palabra parece elegida con una precisión de orfebre. Las descripciones son increíblemente sensoriales, te hacen oler, tocar, sentir Montblanc. Y el tono general es profundamente reflexivo, invitándote a pensar sobre tus propios paisajes vitales. Como bien dice Teresa Garbí en su reseña, «La mirada de Rosa Lentini engendra, acota, perfila, crea. La palabra también engendra». ¡Qué bonito! Ángela Mallén, por su parte, lo define de una manera muy gráfica y acertada: la obra es «la historia de un sueño y su despertar… crónica de una pérdida… canto de un tiempo hecho carne… despedida tan prolongada como la sombra del ciprés». Es que lo clava.
En cuanto a la estructura, el libro está organizado en 17 capítulos temáticos (Lentini, «Montblanc en sombra y piedra»), que vienen precedidos por esa «Nota» tan personal de la autora de la que ya os he hablado. Y como colofón, una extensa bibliografía que deja clarísimo el curro de investigación que hay detrás (Lentini, «Montblanc en sombra y piedra»). Esta forma de organizar el material le permite a la autora explorar Montblanc desde todos los ángulos posibles: desde sus olores y sonidos, como decíamos, hasta la memoria de sus gentes y la reflexión sobre el poder y los límites de la propia palabra para atrapar la vida.
Nuestra impresión (casi sentimental)
Os seré sincero: «Montblanc en sombra y piedra» es un libro que conmueve de verdad. Es el testimonio emocionante y lúcido de cómo la creación literaria, la poesía en este caso, puede ser una herramienta poderosísima para construir identidad, para generar un sentimiento de pertenencia, incluso cuando el arraigo físico es complicado o doloroso. Es una forma de habitar un lugar desde la palabra. Como la propia autora confiesa con una honestidad que desarma, es la expresión de «un amor en igual medida que la verificación de una pérdida» (Lentini, «Montblanc en sombra y piedra»). Si buscáis una obra que sepa combinar la introspección más poética con la crónica sentimental de un lugar y una época, una obra que os haga pensar en vuestros propios lazos con los sitios que os han marcado, este libro os va a atrapar y no os va a soltar.
Bartolomé Ferrando y su «Jardín de Fuego»: la poesía hecha instante, gesto y gransformación pura
Cambiamos de tercio radicalmente para hablar de Bartolomé Ferrando, un nombre que, si estáis un poco metidos en el mundo de la performance y la poesía visual y experimental en España, seguro que os suena, y mucho. Es un peso pesado, un innovador nato. En «Jardín de Fuego», publicado por Olé Libros en 2024 y que también forma parte de estos ‘Libros de la Hospitalidad’, nos encontramos con una propuesta que es una auténtica voladura de cabeza, en el buen sentido: se trata de «Un poema único que recorre todas las páginas de la obra». Esta idea de concebir el libro entero como un flujo poético continuo, como una sola pieza que se va desplegando, tiene todo el sentido del mundo si conoces la trayectoria de Ferrando, donde la palabra, el gesto, el cuerpo y el espacio se mezclan y dialogan de formas siempre sorprendentes y rompedoras.
El instante como protagonista y la belleza de lo efímero
En «Jardín de Fuego», si tuviéramos que buscar un «personaje» principal, ese sería, sin duda alguna, el instante mismo. Pero no un instante cualquiera, sino el instante capturado en su movimiento perpetuo, en su constante transformación. Los temas que laten con más fuerza en este poemario giran en torno a esa sensación de que el tiempo se nos escapa entre los dedos, a la fugacidad de todo –como cuando leemos: «sin saberlo / estás sentada / entre pétalos de tiempo / ya roto» (Ferrando, «Jardín de Fuego»)–. También hay una exploración muy potente de la percepción sensorial como un acto que nos transforma y transforma lo que nos rodea constantemente: «los rasgos de los objetos / no siempre viven juntos» (Ferrando, «Jardín de Fuego») o esa imagen tan brutal de «el espacio / con su vestido transparente / se ha tatuado de noche» (Ferrando, «Jardín de Fuego»).
Se nota una fascinación casi obsesiva por la fragilidad, por la descomposición, no solo de la materia, sino también del propio lenguaje. Encontramos expresiones como «restos de vocales» (Ferrando, «Jardín de Fuego»), «migas negras» (Ferrando, «Jardín de Fuego”), la idea de «la amputación del poema» (Ferrando, «Jardín de Fuego»), o esas «palabras / que han caído en desuso» (Ferrando, «Jardín de Fuego»). Son como fogonazos que nos hablan de lo efímero, de lo que se pierde. Y luego está la imagen que da título al libro, ese «jardín de fuego», que emerge con una fuerza visual y simbólica que te deja clavado: «sobre tus brazos / mantienes en suspenso un puñado de brasas / jardín de fuego» (Ferrando, «Jardín de Fuego»). Esta metáfora es como el corazón del poemario: nos habla de una belleza que es, al mismo tiempo, increíblemente intensa, totalmente efímera, y quizás también purificadora, o incluso peligrosa y destructiva, como el fuego mismo. Una pasada.
El poema como partitura: estilo, estructura y la voz del silencio
El estilo de Ferrando en este libro es el verso libre, pero llevado a un terreno muy personal. Utiliza un lenguaje que te golpea los sentidos, cargado de metáforas sorprendentes, y se caracteriza por la fragmentación, por las frases cortas, a veces como latigazos, y por una repetición muy calculada que va creando ritmos casi hipnóticos, como si estuvieras en un trance. La influencia de su curro como performer se nota a la legua; el libro mismo se puede leer, o casi sentir, como un espacio donde algo está a punto de suceder, un espacio performativo.
Hay unas palabras clave de una entrevista que le hizo Chiara Nea Cecutta para la Revista Sonda que me parecen súper iluminadoras para entender este libro: «Poesía, silencio, diálogo, espacios en blanco». Y es que aquí, en la poesía de Ferrando, el «silencio» y los «espacios en blanco» de la página no son simples ausencias, no es que falte algo. ¡Todo lo contrario! Son componentes activos del poema, están cargados de significado, son un lenguaje en sí mismos. Esto es algo fundamental en la performance y en la poesía experimental que tanto cultiva Ferrando. Esos silencios, esos blancos, crean tensión, le dan un ritmo muy particular a la lectura, y abren el significado del poema a un montón de interpretaciones posibles. Así, «Jardín de Fuego» se convierte en una especie de partitura, no solo para ser leída con los ojos, sino quizás para una performance mental, o incluso para ser recitada en voz alta, donde esos fragmentos de lenguaje, esas imágenes tan potentes –como esta maravilla: «del corazón de la noche / surgen palabras / con su esqueleto sonoro / infectando todos los huecos» (Ferrando, «Jardín de Fuego»)– y los silencios interactúan para generar una experiencia poética que está viva, que es dinámica y que tiene muchísimas capas de significado.
Hay una crítica general sobre la poesía de Ferrando, que citan en Casa del Libro, que dice algo muy certero: «La mitad del trabajo de un poeta es atención. […] lo insignificante destella de significados. La poesia cotidiana de Ferrando esta tejida con los hilos del arte de accion y teñida de una cierta filosofia oriental». Esta visión le va como anillo al dedo a «Jardín de Fuego», donde esa atención minuciosa, casi de entomólogo, a la transformación del instante y a la propia materialidad del lenguaje, a cómo suenan y se ven las palabras, es absolutamente fundamental.
Nuestra perspectiva (al rojo vivo)
Leer «Jardín de Fuego» no es como leer cualquier otro poemario. Exige que te impliques, que participes activamente, de una forma muy parecida a como lo harías si estuvieras viendo una performance. El libro te invita a «llenar» esos silencios con tu propia imaginación, a conectar los fragmentos que a primera vista pueden parecer dispersos, convirtiéndote así en una especie de co-creador del «diálogo» que el poema te está proponiendo. Ese «fuego» del título podría ser, entonces, una metáfora de la intensidad de esta experiencia tan transformadora, de esa combustión de significados que se produce cuando el texto se encuentra con tu sensibilidad, con tu manera de entender el mundo. Si no te dan miedo los retos, si te atreves con una poesía que juega con los límites, que te sacude y te invita a una experiencia sensorial y reflexiva que se sale de lo común, «Jardín de Fuego» es, sin ninguna duda, un libro que tienes que explorar.
Clara Janés y su «De esferas y trayectos»: cuando la poesía abraza el cosmos y dialoga con la ciencia
Y llegamos a la cuarta joya de esta primera entrega: Clara Janés. Hablar de Clara Janés es hablar de una de las voces más consolidadas, respetadas y, sobre todo, singulares de la poesía española contemporánea. Una auténtica maestra. En «De esferas y trayectos», publicado por Olé Libros en 2022 y que también se suma con todos los honores a la colección ‘Libros de la Hospitalidad’, nos invita a un viaje que es pura audacia y belleza. Un viaje donde la lírica más depurada se da la mano, sin complejos ni miedos, con el asombro ante los misterios del universo y los descubrimientos más punteros de la ciencia. El libro, para que os hagáis una idea, se divide en dos grandes bloques: «POEMAS (CON)CIENCIA» (Janés, «De esferas y trayectos») y «HOMENAJE A GALILEO» (Janés, «De esferas y trayectos»). Aunque ambas partes son una maravilla, nos vamos a centrar un poquito más en la primera, porque esa exploración de la física y la cosmología a través del lenguaje poético es algo que, sencillamente, te deja con la boca abierta.
Científicos como musas y el universo como lienzo poético
En esta sección tan particular de «POEMAS (CON)CIENCIA», los «personajes» que desfilan por sus versos son nada menos que los grandes científicos y sus teorías revolucionarias. Nombres como Werner Heisenberg, Wolfgang Pauli, Poincaré, Lorenz, Copérnico, Galileo (que luego tendrá su propio homenaje), Einstein, Schrödinger, y figuras más cercanas como Margarita Salas o el físico Juan José Gómez Cadenas, pueblan estos poemas. Pero ojo, no aparecen como simples referencias eruditas o como un name-dropping cultureta. ¡Nada de eso! Se convierten en verdaderos catalizadores, en la chispa que enciende una meditación poética profundísima sobre la naturaleza de la realidad, sobre cómo percibimos el mundo y sobre los límites, siempre escurridizos, de nuestro conocimiento.
Clara Janés se embarca aquí en una tarea que a muchos les parecería imposible: «traducir» la complejidad a menudo abstracta de los sistemas físicos al lenguaje cálido y evocador de la poesía. Ella misma lo expresa de una forma preciosa en su poema «Anhelo de Voz», donde busca «Alcanzar la palabra transparente, / la que no indica agua / ni cristal ni aire, / […] la que está más acá, / a la orilla del ser» (Janés, «De esferas y trayectos»). ¡Qué maravilla de aspiración! Y esta búsqueda tan ambiciosa se materializa en poemas que se atreven a dialogar, con una naturalidad y una profundidad asombrosas, con conceptos tan potentes como el principio de exclusión de Pauli, la superposición cuántica, el famoso efecto mariposa, los enigmáticos agujeros negros o la misteriosa materia oscura.
El poemario es, en gran medida, un homenaje vibrante a la curiosidad insaciable del ser humano y a la riqueza que surge cuando distintas disciplinas se atreven a dialogar, a escucharse. Muchos de los poemas nacen de una anécdota curiosa, de la lectura de un ensayo científico, o de una conversación con algún investigador. A partir de ahí, de ese punto de partida a veces casi casual, Janés eleva la reflexión hacia cuestiones mucho más amplias sobre nuestro lugar en el universo, sobre el ser. Un ejemplo clarísimo es el poema «El cristal aperiódico», que se inspira, como ella misma nos cuenta, en una conversación que tuvo con la gran Margarita Salas sobre las ideas de Schrödinger (Janés, «De esferas y trayectos»). O los poemas que dedica al «efecto paquete» y al «efecto túnel», que surgieron a raíz de una explicación que le dio el físico Juan José Gómez Cadenas (Janés, «De esferas y trayectos»). Es fascinante ver cómo la ciencia puede ser una fuente tan rica de inspiración poética.
La alquimia de las palabras: estilo y estructura en armonía
El estilo de Clara Janés en esta obra es una filigrana, una mezcla perfecta de inteligencia y lirismo puro. Consigue combinar un lenguaje de una belleza y una precisión que te desarman con una rigurosidad conceptual que impresiona. Crea así lo que Patricia Crespo Alcalá, en una reseña muy lúcida para Vallejo & Co., describe como «la belleza poética que esconde la física teórica». ¡Y qué bien lo define! La propia Janés, en la introducción a esa primera parte de «POEMAS (CON)CIENCIA», cita a Werner Heisenberg para reflexionar sobre cómo «las palabras reciben un significado nuevo en la conexión en la que se hallan, por la resonancia con otras ideas y la forma poética de la frase» (Janés, «De esferas y trayectos»). Es decir, que en poesía, como en la ciencia a veces, el contexto y las conexiones lo son todo.
La estructura de esta primera sección del libro se va articulando a través de poemas individuales, cada uno de ellos como una pequeña joya que explora un concepto científico concreto o rinde homenaje a una figura destacada de la ciencia. Y un detalle que se agradece un montón es que muchos de estos poemas vienen precedidos por pequeñas notas explicativas de la propia autora, que nos dan un contexto muy valioso y nos ayudan a pillar todas las referencias y la profundidad del diálogo que establece.
Nuestra mirada cómplice (y asombrada)
«De esferas y trayectos» se nos revela, al final, como una obra donde la poesía demuestra que no tiene por qué tener miedo a meterse en territorios que, tradicionalmente, parecían reservados en exclusiva para la ciencia. Clara Janés nos enseña, con una elegancia y una maestría que apabullan, que ambas disciplinas, poesía y ciencia, comparten una raíz común: el asombro ante el mundo, la curiosidad insaciable, y esa búsqueda constante de comprensión, de encontrarle un sentido a todo esto. Su libro es una invitación a contemplar el cosmos con los ojos bien abiertos de un poeta y con la mente curiosa de un científico, y al hacerlo, a encontrar una forma nueva, más rica y más completa, de nombrar el mundo y de nombrarnos a nosotros mismos dentro de él. Si os va la poesía que no se conforma, que expande sus horizontes y que se atreve a dialogar con otros saberes sin perder ni un poquito de su magia lírica, os digo de corazón que este libro os va a fascinar.
A modo de recapitulación (Provisional): Un mosaico de voces imprescindibles y la promesa de más descubrimientos
Bueno, pues hasta aquí nuestro primer paseo por estos cuatro poemarios que son palabras mayores: «Hospital de Cigüeñas» de Rodolfo Häsler, «Montblanc en sombra y piedra» de Rosa Lentini, «Jardín de Fuego» de Bartolomé Ferrando, y «De esferas y trayectos» de Clara Janés. Si algo nos queda claro después de este recorrido es que estamos ante un mosaico de voces, de sensibilidades y de maneras de entender la poesía que enriquecen, y de qué manera, el panorama de la lírica contemporánea en nuestro idioma. Cada una de estas obras, con su universo temático tan particular y su estilo inconfundible, nos ofrece una experiencia de lectura que es única, que es profunda y que, os lo aseguro, deja huella. Häsler nos lleva de la mano por un proceso de sanación donde la palabra es bisturí y bálsamo; Lentini dibuja con una prosa poética que te encoge el corazón la memoria de un lugar y la herida de una pérdida; Ferrando nos sacude y nos sumerge en la intensidad performática del instante que se transforma sin cesar; y Janés, con una lucidez y una belleza que quitan el aliento, tiende puentes sólidos y luminosos entre la poesía y la ciencia. ¡Casi nada!
La labor de editoriales como Olé Libros, a través de colecciones tan bien pensadas y cuidadas como ‘Libros de la Hospitalidad’, es fundamental, no me cansaré de decirlo. Son ellos los que dan cabida y visibilidad a estas exploraciones poéticas tan diversas, tan valientes y tan necesarias en los tiempos que corren. Estos libros son auténticas invitaciones a pararnos un momento, a dejar de lado el ruido y las prisas, a sentir con toda la intensidad de la que somos capaces y a reflexionar en un mundo que, demasiadas veces, parece que valora más la velocidad y lo superficial que la contemplación y la profundidad.
¿Y por qué creemos que estos libros merecen un hueco en vuestra estantería (y en vuestro tiempo)?
Mirad, si sois de espíritu inquieto, de esos que no se conforman con lo primero que pillan, si sois buscadores incansables de belleza en los rincones más insospechados del lenguaje y de la experiencia humana, os digo sin dudarlo que estos libros os están esperando con los brazos abiertos.
- Para todos aquellos que buscáis una poesía que se sienta en la piel, que explore sin miedo la herida pero también la redención y la esperanza, «Hospital de cigüeñas» de Rodolfo Häsler será vuestro refugio, vuestro lugar seguro.
- Si os fascina la memoria de los lugares, esa conexión invisible pero fortísima que se crea entre un paisaje y un alma, y cómo la literatura puede narrar la pérdida con una prosa que tiene el aliento y la hondura de la mejor poesía, «Montblanc en sombra y piedra» de Rosa Lentini os va a conmover hasta el tuétano.
- Aquellos que disfrutáis con una poesía que rompe moldes, que es experimental, performática, y que os desafía a mirar el instante de una forma completamente nueva, encontraréis en «Jardín de Fuego» de Bartolomé Ferrando una experiencia estimulante, vibrante y única.
- Y si os apasiona el diálogo entre el arte y la ciencia, si creéis que la lírica puede encontrar inspiración y belleza en el asombro ante el cosmos y los descubrimientos científicos, «De esferas y trayectos» de Clara Janés os abrirá horizontes que ni siquiera imaginábais.
Os animamos con toda la ilusión del mundo a que busquéis estos libros, a que os sumerjáis en sus páginas sin prisas, y a que descubráis por vosotros mismos la riqueza y la singularidad de las voces de Rodolfo Häsler, Rosa Lentini, Bartolomé Ferrando y Clara Janés. Podéis encontrar más información y, por supuesto, adquirir los ejemplares directamente en la página web de Olé Libros, que siempre es un gustazo visitar, y también en vuestras librerías de confianza, esas que tanto miman los libros y a los lectores.
Y ojo, que esto es solo el primer sorbo de una copa que promete ser generosa y llena de matices. Dada la amplitud y la calidad que atesora la colección ‘Libros de la Hospitalidad’, así como otras propuestas interesantísimas de Olé Libros, os emplazamos desde ya: pronto regresaremos con una segunda parte de este artículo. En ella, seguiremos explorando otros títulos fascinantes que, os lo aseguramos, merecen ser descubiertos, leídos con calma y celebrados como se merecen.
Nos encantaría, de verdad, conocer vuestra opinión. ¿Habéis tenido la oportunidad de leer alguno de estos poemarios? ¿Qué os han parecido? ¿Algún verso, alguna idea que se os haya quedado resonando dentro? ¡Animaos y dejadnos vuestro comentario aquí abajo! Nos flipa cuando se crea una conversación en torno a los libros. Y si os ha gustado este artículo, si os ha aportado algo, ¡no seáis tímidos y compartidlo en vuestras redes! Que la buena poesía llegue a cuanta más gente mejor.
¡Hasta entonces, y que la poesía os acompañe siempre!