Milagros Frías nos ofrece en esta novela una perspectiva de la vida y del amor diferente con Amor en un campo de minas (Algaida), nos cuenta la historia de Sofía, una mujer de 30 años que se dinamitará si vida sin darse cuenta, poco a poco, las circunstancias en las que se verá inmersa harán que se replantee su lugar en el mundo, su entorno sentimental y su capacidad de aguante ante las adversidades.
Esta es una novela llena de sorpresas, que pasa de puntillas por determinados territorios para que el lector saque sus propias conclusiones. Su autora nos cuenta en esta entrevista cómo es su manera de escribir y el por qué de sus técnicas narrativas. Y tienes muchas, ya que para conseguir el efecto de esta novela debe de usar muchos recursos y como dice ella releer mucho, ya que cada palabra encaja a la perfección en el lugar que Frías la sitúa, el lenguaje está extremadamente cuidado, los giros de la trama muy bien colocados y la acción resulta siempre emocionante se esté en el momento que se esté de esta novela hecha para leer despacio pero sin despegar los ojos de ella.
Os dejamos lo que nos contó Milagros Frías de Amor en un campo de minas, su última novela:
¿Cómo arranca Amor en un campo de minas?
La idea de esta novela es muy sencilla, ella es una mujer joven, que tiene 30 años que está en el balcón de su casa, una tarde de estas maravillosas en las que te sientes melancólica y tienes una sensación de tedio, de aburrimiento, que la invita a ponerle remedio y coger una chaqueta y salir a la calle.
Me gusta interesarme por una mezcla de géneros que me permiten combinar muchos registros, cambios de ritmo y personajes; cuando Sofía baja a la calle, comienza un viaje que la saca de su vida cotidiana; es una viaje lleno de incertidumbre y gente nueva. El cambio viene porque cuando nos salimos del terreno de la gente que tratamos habitualmente conocemos gente nueva, que en este caso le ayudarán a cambiar radicalmente de vida y esa es la esencia de la novela
Al principio me da la sensación de que es una mujer ya madura y a medida que avanza la novela va perdiendo años…¿esta percepción está hecha a propósito?
Eso ocurre porque Sofía comienza la novela siendo una mujer casada, con un trabajo estable y una vida cerrada por completo y se comporta como una persona mayor con la vida estructurada, pero conforme se van planteando los cambios, afrontando la aventura es como si renaciera.
¿Qué les dirías a los lectores para que lean Amor en un campo de minas?
Que si buscan una novela con una trama trepidante, que les sorprenda, que si buscan una historia con mucha elaboración para que tenga un ritmo impecable están ante la novela que necesitan. Es una novela con sentimientos, emociones, con amor, pero ese amor está escrito en una circunferencia que nos pone en relación con muchas personas, con una evolución brutal que hace que una persona que en un momento determinado es el amor de nuestra vida, con el cambio de circunstancias, deje de serlo.
¿Cómo es tu proceso creativo?
Mi proceso creativo es bastante lento, suelo ser bastante desordenada escribiendo y como suelo recrear escenarios diferentes y personajes diferentes, al a hora de escribirlo todo de un tirón, de principio a fin, es cuando tengo un trabajo más arduo para que todos los flecos estén recortados y que la acción fluya perfectamente de principio a fin.
¿Cuando te pones a escribir ya tienes claro el principio y el final?
A mí, me resulta muy difícil tener el libro claro porque según sea el estado de ánimo al escribirlo escribo de una manera o de otra, también influyen las circunstancias y los estímulos de fuera o si encuentras un personaje que te pide cosas diferentes, así que yo comienzo a escribir la novela y es la única certeza que tengo hasta que no la acabo no sé cómo voy a acabarla.
Pasas de puntillas por determinadas situaciones, en otro tipo de libro se detendrían más en determinadas escenas, por ejemplo en las románticas, aquí te encuentras el amor de repente, juegas con el lector a las sorpresas, de hecho parece que la mina sea el amor…
A mí me gustan mucho las novelas de aventuras tradicionales y en este tipo de grandes novelas los personajes son de carne y hueso, son potentísimos, tienen emociones se reconocen fácilmente, pero todas estas relaciones que en la novela moderna se han hecho explícitas en aquellas se intuían, se deducía y se dejaba que la gente inteligente sacara sus propias conclusiones. Yo, un poco me muevo en esta línea porque si me decantará por las novelas actuales, mi novela que tiene 300 páginas tendría 600. Y a la hora de escribir y también a la hora de leer, prefiero una novela de dimensiones medianas por decirlo de alguna manera.
Eso cambiaría también el tono y el estilo de la novela…
Sí, porque a la hora de recrear minuciosamente escenas y situaciones hay una dispersión forzosa y entonces me gusta más narrar la historia, encontrar un ritmo fluido para que una persona cuando coja el libro se deje llevar por ese ritmo que le arrastra hasta la última página.
Tu prosa es muy cuidada, se nota que mimas los giros, que cuidas la musicalidad de las frases, ¿te sale natural o te cuesta?
El idioma es un animal vivo, trabajar con él es maravilloso, según como pongas o quites palabras cambia radicalmente el significado. Me pasaba con el último libro de Vargas Llosa, es alucinante porque a pesar de que él utiliza muchas palabras que no entiendes consigues entender perfectamente su significado, es algo sorprendente, y es por eso que digo que el idioma es una animal vivo que se deja domesticar, que se deja amansar , corregir, reescribir, y a mí me gusta mucho esa fase de cuando ya sé que la he terminado, volver a al principio y hacer un ejercicio de corrección exhaustivo.
¿Disfrutas más de la corrección que de la creación?
La novela tiene que estar cerrada y sostenerse por sí sola pero tiene que tener una segunda parte que es la forma; que cuando uno aspira a jugar en una categoría de escritores literarios se la tiene que trabajar; y a mí la parte de empezar la novela y acabarla es lo que más me agobia y lo que más me estresa porque ahí es dónde te lo juegas todo ahí está la coherencia, el entretenimiento, está la parte lúdica, la parte interesante y una vez que está el edificio terminado, esta visible e identificas perfectamente el volumen y ves de que se trata; ya sólo es trabajar en los interiores, es poner las luces, crear la decoración, crear esa atmosfera que tanto cambia dependiendo de lo que estés hablando.
Hacer cómo Velázquez en sus cuadros, la perspectiva aérea de la novela…
Sí, conseguir que la persona que lea el libro no tenga la sensación de que está leyendo una novela, sino que lo que lee es real hasta el punto de que se le olvide que está leyendo, eso me parece perfecto.
¿cómo construyes tus personajes?
Es una de las partes que más trabajo me cuesta porque a medida que vas narrando los vericuetos de la historia tienes que ponerte en la situación del personaje y tienes que hacer un ejercicio de abstracción un poco cansado, suelo matizarlo en las posteriores lecturas pero, para mí, la parte psicológica es complicada
¿Que tienen que tener un buen escritor para serlo?
Me parece que ese misterio es lo que preserva a la literatura; porque si hubiera una fórmula mágica, unos ingredientes que hiciesen que una obra fuera buena, tuviera lectores y perdurara en el tiempo, las editoriales publicarían un libro en exclusiva, entonces, que dos obras aparentemente iguales, escritas por dos personas con la misma trayectoria sean una buena y otra mala, es lo que me hace creer al final en la literatura. Hay una especia de varita mágica oculta que toca o que no toca.
Es algo así como saber hacer tan bien lo que haces que no sabes cómo lo haces…
Sí, porque al final el proceso creativo es una especie de magia; porque cuando uno se sienta delante del ordenador con la mente dispuesta a llenar el espacio en blanco el proceso es inmaterial, se nutre de las experiencias, de las lecturas, de las películas que se ha visto, de la manera de ver la vida, de un montón de cosas que al final la escritura es una especie de automatismo casi mágico, tanto que a veces, cuando lees un texto que has escrito, y si ha pasado un poco de tiempo más aún, pienses en cómo lo has escrito.
Por último, ¿qué te gustaría que pensase el lector cuando acabe de leer tu libro?
Me gustaría que tuviera una sensación placentera, esa sensación de regusto agradable como cuando acabas de tener una comida con unos amigos y es un momento inolvidable; y si, además de eso, cuando cierras las novela la sitúas en un estante para tenerla localizada por si algún día la quieres volver a leer, ya rizamos el rizo.
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