Hablamos con David Roas de su útlimo libro Bienvenidos a Incaland (Páginas de espuma). Un libro a medio camino entre el género de viajes y la ficción más subrrealista. Un viaje a Perú lleno de aventuras que no dejarán indiferente a nadie. Crítica acida y mucho humor es lo que se encontrará el lector que abra sus páginas.
Un libro original del que queríamos saber más y por eso entrevistamos a su autor. No os perdáis sus respuestas.
¿Cuéntanos de qué va Bienvenidos a Incaland?
El libro narra un viaje por Perú, o, mejor dicho, por tres lugares emblemáticos de ese país: Lima, Cusco y Machu Picchu. Un viaje que yo hice (en la realidad) en agosto de 2008 y que me provocó una experiencia doble: fascinación y delirio. De ahí que los cuentos que forman el libro ofrezcan diversos momentos de fascinación y delirio, incluso de inquietud, ante un espacio que uno no acaba nunca de comprender y donde no paran de asaltarle situaciones a menudo desquiciadas. Todos los relatos del libro tienen, así, una base real que mi imaginación (siempre desbocada) recondujo hacia situaciones donde lo grotesco se mezcla con lo absurdo y en algunas ocasiones con lo fantástico. Esa combinación de estilos se me impuso como la mejor formar para poder comunicar al lector mis sensaciones, porque lo que quería esa explicar no tanto lo que veía sino cómo lo veía. De ahí que el realismo se quedase corto para poder contar ese viaje. Lo que ofrezco no es la típica mirada sobre el Otro, sobre lo diferente: aquí es el Otro el que mira y, entre fascinado y desquiciado, quiere trasladar esa experiencia para que el lector la viva (ficcionalmente) a su vez.
Es un libro que puede ser muchas cosas por dentro y por fuera; por dentro puede ser un libro de viajes, uno de ciencia ficción, fantasía, o realista que sigue la tradición del realismo mágico…; por fuera, puede ser una novela o un libro de cuentos, por ejemplo. ¿Este juego con el lector es a propósito? ¿Es como ponerlo en la misma tesitura que tú viviste la primera vez que viajaste a Perú?
Reconozco que mi intención siempre fue la de escribir un libro de cuentos, aunque con la voluntad de escapar del típico volumen formado simplemente por una colección de relatos sin demasiada relación entre ellos. De ahí que el libro se estructure siguiendo las tres etapas del viaje que realiza el protagonista (da igual si yo lo hice o no en la realidad), el cual empieza en el avión que le lleva a Lima, sigue por esa ciudad, le lleva a Cusco y Machu Picchu, para devolverle a Lima y después a casa. Un viaje que es una experiencia, como decía, fascinante y delirante, y que me gustaría que el lector repitiese al leer el libro siguiendo el orden que le propongo. Asimismo, el juego con el libro de viajes y con la crónica es constante, pero con la intención de subvertir los códigos habituales de dichos géneros al hibridarlos con el libro de cuentos. Ello explica también que algunos hayan leído el libro como una novela, dado que el narrador y protagonista es siempre el mismo, hay una ligazón cronológica evidente entre los cuentos, así como diversas llamadas internas entre ellos, que le dan una trabazón, una homogeneidad que lo aleja de la forma habitual de componer libros de cuentos. Y también está lo que tú dices (y a lo que ya me había adelantado en la respuesta a la primera pregunta): “obligar” al lector a seguir los pasos del protagonista en su viaje por Perú.
¿Qué te lleva a escribir el libro y cómo fue el proceso de creación?
La necesidad (me repito) de comunicar esa experiencia de fascinación y delirio, así como realizar un homenaje a un país que me dejó enamorado en ese viaje que hice en 2008 (tan solo quince días del mes de agosto), que luego pude redondear con una estancia de dos meses en Lima en 2011. Creo que el libro deja ver todo eso.
Como ya te decía, mi intención fue siempre escribir un libro de cuentos y organizarlo –enseguida lo tuve claro- reproduciendo esas tres etapas antes mencionadas. Dentro de cada sección del libro (además del prólogo y del epílogo, que también revelan esa intención de crear una obra muy homogénea, con una estructura cerrada) me dejé llevar por todo lo que fui anotando en mi libreta durante el viaje de 2008. Es decir, no me impuse contar ciertas cosas al estilo del libro de viajes o, peor, de la guía turística, sino explicar algunas de las aventuras que me ocurrieron, pues, insisto, todos los cuentos parten de experiencias reales que después se fueron tiñendo de mayor o menor carga de ficción (léase: de invención). Eso explica, por ejemplo, que en la sección dedicada a Machu Picchu no hable de Machu Picchu, sino de la experiencia de subir y descender de ese lugar alucinante… Dicho de otro modo, el lector no encontrará postalitas ni escenarios pintorescos. Para eso ya están las guías turísticas o Dios-Google.
¿Robar la máquina de escribir de Vargas Llosa es una licencia, un desquite, justicia poética o un homenaje?
De todo un poco… Entre la diversión absurda y un poquito de sana burla de los tótems culturales, a la vez que un homenaje a la excelente literatura peruana. Ese cuento (“Walk on the wild side”) narra una tarde-noche alcohólica en la que el protagonista y dos amigos (después serían mis editores en la vida real), tras recorrer varios centros culturales de Lima (bares), entran a ver una exposición sobre la vida y la obra de Vargas Llosa y –culpa de la ebriedad y del terrorismo cultural- deciden robar uno de los objetos allí expuestos: la máquina de escribir con la que Vargas Llosa compuso algunas de sus primeras y grandes obras. Y ya no cuento más… Un cuento festivo que es también un canto a la amistad y, sobre todo, un elogio hacia la increíble gastronomía de Perú.
¿Tus personajes son reales?
En su mayoría sí. Los nombres que aparecen son los de los amigos que hice en ese viaje del 2008, entre los cuales hay varios de los mejores escritores actuales de Perú. Incluso alguno de los cuentos más delirantes, como el penúltimo (“Extraños en un tren”), que narra el regreso del protagonista de Machu Picchu a Cusco, se basa en una experiencia completamente real: no me invento nada de lo que le ocurre al persona en el tren, desde la escena del pase de modelos a insoportable presencia de la pareja de argentinos imbéciles que no paraban de pedir pisco-sours (dejo al lector que descubra qué fue lo que ocurrió dentro de aquel tren).
¿Qué te gustaría que pensase el lector cuando terminase de leerlo?
Primero, lo que me hará feliz es que lo pase bien, que comparta esa doble experiencia entre la fascinación y el delirio, que se ría, se inquiete e incluso se cabree (por culpa de los desastres provocados por el turismo). Y en segundo lugar, que perciba, bajo ese juego con lo grotesco, lo fantástico y, a veces, un humor crítico, ese homenaje admirado a un lugar y unas gentes.