La tierra baldía

19.23

Tapa dura, edición de lujo. 

La tierra baldía es «el testimonio más aterrador de un siglo aterrador». Tras el horror de la  I Guerra Mundial, T. S. Eliot da voz a los hombres y mujeres de principios del siglo XX, atónitos ante la magnitud devastadora de la tragedia y la necesidad de reorientarse en un mundo arrasado. Texto enigmático, demoledor e hipnótico, compuesto por innumerables
fragmentos, entretejidos con asombrosa sensibilidad artística, que indaga en el acervo cultural de Occidente y en el futuro que nuestra común tradición pudiera seguir teniendo, después de la trágica interrupción —social, ética, espiritual y artística— de la Gran Guerra.

Tenemos la satisfacción de presentar esta magnífica versión de Sanz Irles, que le trae al lector hispanohablante de hoy la magnificencia sonora y rítmica y la precisión hermenéutica de lo que en opinión de muchos es el gran poema occidental del siglo XX.

T. S. ELIOT, poeta entre dos mundos, nació en Saint Louis, Estados Unidos, en 1888; estudió en Harvard, La Sorbona y Oxford y se estableció en Londres en 1915, donde fue una figura influyente en los círculos vanguardistas y mantuvo una estrecha colaboración con Ezra Pound. En 1927 abrazó la Iglesia anglicana y adquirió la nacionalidad británica. Recibió el Premio Nobel de literatura en 1948 y murió en Londres en 1965.

Críticas:

La traducción de Sanz Irles de «La tierra baldía» tiene una ventaja: su atención a la forma del poema, resultado de una lectura profunda y detallada; atención al ritmo, a ciertas rimas, a su oralidad e incluso a su cantabilidad. Su exhaustivo tratamiento de la forma poética permite la recreación del texto original en su integridad.
Recomiendo vivamente esta traducción. ¡Los lectores se la merecen!
Vicente Fernández González

Liberado de complejos culturales, Sanz Irles, poliglotón cosmopolita y enciclopédico, recrea en español los secretos y jeroglíficos de la fragmentaria epopeya eliotiana y apuntala sus ruinas con exactitud lingüística. Esta magnífica traducción merece mi respeto y aplauso.
Juan Francisco Ferré