Entrevista a la autora Marisa Monleón, una valenciana dispuesta a comerse el mundo de las letras con su obra Cuando rezan los olivos
Marisa Monleón Irisarri escribió Cuando rezan los olivos en la soledad de su casa, dejándose llevar por la valentía y las ganas de hacer una buena obra. Un gran esfuerzo en investigación que ha dado como resultado este prodigio de técnica narrativa.
Para nosotros, una de las grandes revelaciones del año 2014, sin duda. Cuando rezan los olivos, además de tener un título evocador, nos cuenta la historia de una herencia, varios éxodos forzados, ladrones de libros, alquimia y unos personajes que nos llevan a su tiempo. Tres diferentes. Siglo XVII, 1948 y la actualidad. Un ejercicio literario impecable.
Cuando rezan los olivos, nos cuenta una historia donde el hilo conductor es un libro, el Mutus Liber, el Libro Mudo. Una joya alquímica que traslada al lector a lugares tan especiales como la Francia del Rey Sol, quién concedió el permiso de imprimirlo; o el Jerusalén de la actualidad, donde una mujer lo busca para devolvérselo a su padre, su legítimo heredero. Mucha historia, intrigas, pasión, amor, celos, traición pero, sobre todo, buena literatura es lo que se va a encontrar el lector en este libro.
¿Qué encendió en tu cabeza la idea de escribir Cuando rezan los olivos?
Tuve una conversación con un amigo. A través de su mirada en torno al conocimiento me di cuenta de que compartía la misma inquietud: la de la necesidad de enaltecer su obtención como una de las vías a seguir en aras de la concordia humana. Matizo: no es una simple vía, es una autopista iluminada y asistida en todo momento para garantizar un óptimo trayecto. La exposición, asimilación y contraste de la información, cuanta más mejor, conduce hacia en entendimiento.
¿Cómo ha sido tu proceso creativo? ¿Te inspiraste en otras obras o autores? ¿Has utilizado alguna técnica para componer una estructura que tiene varias líneas argumentales?
En mi caso pensé en tres argumentos, hice sus correspondientes resúmenes y después elegí uno. No es tarea de un día ni de una semana, sino de varias. Meditas mucho al respecto. Durante la elaboración del segundo conocí el Mutus Liber. Fue cuando hice el tercero, el definitivo.
No me he inspirado en ningún autor ni obra, si bien es cierto que sabía que hay multitud de novelas que barajan dos épocas en la trama. En mi caso son tres; una de ellas es el nexo entre las otras dos.
Y luego está la cuestión de la investigación… La inicié en paralelo a conformar el argumento, y luego no he dejado de hacerlo ni aun habiendo acabado la redacción.
Para componer la estructura elaboré un esquema en recuadros por capítulos (si lo del argumento había requerido tiempo, esto aún requirió de mucho más para que todo cuadrara, para que ninguna cuestión quedase sin resolver). No se trata de ponerse a escribir y listo, no es así de sencilla la cosa… Puede que para elaborar una historia lineal (parto del punto A hacia el B, en una misma época, sin más) funcione en algunos casos, pero aún así, pese a la sencillez aparente, se corre el riesgo de que la historia resulte insustancial o de que los personajes y sus situaciones se rebelen y pululen a sus anchas. Se corre el riesgo entonces de perderse o de hacerse un lío tremendo del que debe ser muy difícil salir, porque en todo momento es el autor quien debe llevar las riendas y no al revés.
¿Qué es el Mutus Liber y por qué es tan importante en la trama del libro?
Es un manual alquímico en imágenes publicado en 1677, sin apenas texto. Su importancia radica en que es objeto conductor de las tres épocas que conforman la historia y por el paralelismo que tiene su única sentencia: “Ora, Lege, Lege, Lege, Relege, Labora et Invenies” (Ora, Lee, Lee, Lee, Relee, Trabaja y Encontrarás), con la sura 96 (“El coágulo”) del Corán, que también aparece en el relato y que es uno de los elementos fundamentales -si no el más fundamental, ya que antecede en mil años a la sentencia alquímica- para transmitir el mensaje acerca del conocimiento, de la necesidad de su obtención, como antes comenté. El contenido de la sura en cuestión es la primera revelación dada a Mahoma por Dios a través del arcángel Gabriel. En ella el emisario le ordena leer (y de ahí, se entiende, todo lo que derivaría de ello: la investigación, el desarrollo… ) por varias veces también.
El libro cuenta con muchos ingredientes: conceptos y sentimientos que se van sucediendo, como misterio, alquimia, pasión, amor, amistad, traición, celos y un largo etcétera…¿salieron naturales de la trama o pensaste previamente en los ingredientes fundamentales que tendría que tener?
Estaban meditados de antemano, cuando elaboré el argumento e hice el esquema, de manera general. Eso sí, una vez te pones a redactar, conformados los personajes con sus particularidades y las situaciones a las que se enfrentan, surgen los modos de expresión en torno a cada una de las cuestiones que me planteas.
¿Con qué personaje de los que aparecen en Cuando rezan los olivos te quedarías y por qué?
Me gustan todos a excepción de los “malos, malísimos”, es decir, los que son crueles. No puedo elegir. Cada uno aporta algo distinto al resto y que lo hace genuino.
¿Qué has aprendido escribiendo este libro y qué crees que el libro enseña a sus lectores?
Por resumir: he aprendido que detrás de muchas cuestiones que se dan por sentadas subyace una verdad muy bien oculta que nadie imaginaría. Espero que los lectores aprendan lo mismo y se animen a descorrer velos también. O, por lo menos, que acepten que tales velos existen y que, por más florituras de colores estampadas hermosas que tengan, no dejan de estar ocultándonos algo.
Según tu perspectiva, ¿qué tiene que tener un buen libro para serlo?
Algo que antes no sabías o que, si ya lo sabías, te lo cuenten de manera entretenida. Si hablamos específicamente de una novela, además de lo anterior, tienes que notar que te zarandea de algún modo.
¿Qué te gustaría que pensase el lector cuando termine de leer este libro?
Que ha merecido la pena el tiempo que ha gastado en leerlo.