Entrevista a Rosario Raro.
Entrevista a Rosario Raro. La escritora Rosario Raro nos concede una entrevista en su gira promocional de su última novela ‘La huella de una carta’ (Planeta). Doctora en Filología, escritora y profesora de creación literaria. Su obra literaria ha conseguido numerosos premios internacionales entre los que destaca el Ateneo Ciudad Galdós de Las Palmas de Gran Canaria o finalista del premio Internacional de novela Vargas Llosa. De su anterior novela ‘Volver a Canfranc’ (Planeta), se han publicado siete ediciones, siendo finalista de los premios de la crítica valenciana y sus derechos audiovisuales adquiridos por una productora para su adaptación a la pantalla.
El inicio de la novela es una escena que acontece en la trama más o menos a mitad de la historia, de hecho, el lector luego la redescubre al avanzar en su lectura. ¿Por qué te decidiste por este recurso narrativo?
Quise colocar ese fragmento al principio porque sucede en Düsseldorf y me parecía que era un buen recurso para que el lector supiera desde el principio que la acción apuntaba hacia allí, que cuando leyera las páginas siguientes le desconcertara lo distintas que parecen, para que al avanzar viera que en la cotidianidad de cada uno, en este caso en la de Nuria Somport, cabe lo más extraordinario.
Hay una profusión de cartas en esta historia, algo que se anuncia desde el título; no solo de quienes las mandaban al consultorio radiofónico. ¿Qué pensaste acerca de ellas a la hora de incorporarlas a la historia, casi como una subtrama que realmente van descubriendo los protagonistas?
Las he utilizado sobre todo para dar el color de la época, para que se viera cuáles eran las preocupaciones y la manera de desenvolverse de la población (muy limitada sobre todo en el caso de las mujeres) en ese momento de la dictadura. De esta forma me he ahorrado muchas descripciones porque hablaban por sí mismas. Todas están escritas a partir de experiencias que he conocido de primera mano narradas por sus protagonistas. Eso sí, he intentado que cada una tuviera un estilo distinto según a quien le acaecía lo que contaban, que en muchos casos aluden a hechos delictivos.
El hecho de que Nuria tenga dos hijos creo que es determinante, como ella misma reflexiona, para implicarse en la búsqueda de evidencias y destapar el entramado del medicamento. Si le pasaba a otros niños, podía pasarle a ella, a los suyos…
Sí, y sobre todo nos pudo pasar también a nosotros. Yo conozco afectados por este fármaco que nacieron en los setenta, en los ochenta… y estoy segura de que en muchos lugares del mundo, como en Brasil, por ejemplo, continúa ocurriendo.
Me interesaba incluir a los dos niños, a Marc y a Mireia como anclas, como forma de mostrar cómo pueden estar limitados los movimientos de una madre sin ayuda para llevar a cabo determinadas acciones.
Respecto a los efectos de la talidomida en las embarazadas, hay un diálogo con Boro en el que explica con crudeza qué se hacía con los niños que nacían tarados en los hospitales, desde no anudarles el cordón, dejarlos a la intemperie toda la noche o asfixiarles. Quería nos comentases esto a la luz del proceso de documentación que has realizado para escribir esta novela.
A veces sucede que imaginas una escena, la inventas, y después te escribe alguien para decirte que eso le pasó tal cual. Me sucedió con Volver a Canfranc y me ha pasado con esta novela. Esas tres prácticas que citas, lamentablemente (entre otras muchas) son ciertas. Creo que por el valor documental que tiene merece la pena que reproduzca un fragmento de esta carta que les escribió a mis editoras una de las afectadas por la talidomida:
«Todos tenemos una historia que nos marca a lo largo de nuestras vidas. La mía como la de tantos, puede ser más o menos importante, quizás no muy interesante, pero no deja de ser la mía ¿A quién le puede interesar el recorrido que haya tenido una persona, a lo largo de toda su vida, que le falta el antebrazo y mano izquierda?
Después de un embarazo difícil, se presentó un parto que no lo fue menos. Como ocurría en los años sesenta dentro de los hogares humildes, las parturientas eran asistidas por la partera. En mi pueblo, Pliego, la partera era la tía Moja, y salvo que el parto se presentara complicado, ella traía a buena parte de las criaturas de este pueblo al mundo.
Mi madre tras mucho bregar estaba exhausta y medio desvanecida. Oía como la partera murmuraba con las vecinas (también era habitual que las más allegadas colaboraran en los partos). Me lavaron y arreglaron entre murmullos y susurros. Al finalizar me metieron en la cama con mi madre.
Una vez que abandonó la partera mi casa, las vecinas espabilaron a mi madre y le dijeron el peligro que corría: la partera me había dejado el cordón umbilical sin atar. Mi madre les ordenó que me desnudaran y me exploraran. Tan solo había perdido unas gotitas de sangre. Inmediatamente me lo anudaron y llamaron al médico. Él verificó que mi estado de salud era bueno y que era una niña sana. Pregunto por qué me habían dejado la tripa suelta, y le dijeron que fue decisión de la partera, porque según ella dijo que yo iba a ser una desgraciada, y que mejor sería que me muriera. El médico le dijo a mi madre que si no me quería que él me criaba y me adoptaba como hija. Mi madre dijo que me criaría con el resto de mis hermanos, ya que yo era la sexta.
Y bueno, aquí estoy, después de haber trabajado 36 años en una asociación de personas con discapacidad, casada, con dos hijos, una nieta y jubilada. Ahora soy concejala del equipo de gobierno del ayuntamiento de mi pueblo, primer teniente alcalde, con la cartera de Hacienda, urbanismo, personal, policía, protección civil, voluntariado. Una persona muy válida (creo).
Gracias, Rosario Raro, y gracias a sus editoras de Planeta por acordaros de nosotros.
Un abrazo. MARAVILLAS MARTÍNEZ CIFUENTES.»
Palabras relacionadas: Rosario Raro, La huella de una carta, talidomida, consultorio radiofónico, Volver a Canfranc
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