Francisco Narla nos trae Rōnin, una novela que sitúa una expedición de samuráis en la España de principios del siglo XVII. En el imperio donde nunca se ponía el sol. Narla nos cuenta un episodio desconocido de la historia española, que tiene múltiples escenarios: Filipinas, Acapulco, Veracruz, Madrid, Sevilla y el Japón feudal. Una expedición de la que se desconocen las intenciones pero que dejó a algunos de sus componentes en Coria del Río, porque se enamoraron de nuestro país o porque seguían una férrea estrategia política, una cuestión por resolver.
Una historia interesantísima que nos sumerge en otro tiempo y en otro mundo; en una época convulsa, en la que media Europa se batía en guerra, incluido nuestro país que se encontraba en una situación de río revuelto.
Rōnin nos evoca una imagen impagable: Samuráis en Sevilla. Todo un ejercicio de destreza narrativa que aúna muchos elementos atrayentes para el lector.
Después del éxito de Assur, Francisco Narla nos vuelve a introducir en una aventura inolvidable. Hablamos con él para que nos cuente más de esta novela tan evocadora e interesante:
¿Cómo surge la idea de escribir esta novela?
Las historias viven aparte, por sí mismas, como le gusta decir a Stephen King, son fósiles que el escritor únicamente desempolvar. Así que no suelo inclinarme a pensar que existen ideas generadoras o creadoras de, más bien creo que esa alegoría del maestro del terror es cierta y que el escritor es algo así como un arqueólogo de cuentos. Y en este caso dos fueron las pistas que me llevaron a excavar en el lugar correcto: por un lado, hace años que siento pasión por determinados aspectos de la cultura japonesa clásica (hace unos diez años que cultivo bonsáis, por ejemplo); por otro, hace unos años me topé con esa curiosa estatua de un samurái que despunta en las calles de Coria del Río. Empecé a investigar sobre aquella expedición japonesa que llegó al Guadalquivir y descubrí un entorno incomparable, enmarcado en las batallas de Flandes, en el Siglo de Oro, en las grandes travesías marinas, en las cecas de Sudamérica, en tantos y tantos elementos atractivos para una novela… El hecho es que lo tenía todo para contar un gran relato; así que espero haberlo hecho bien, los lectores juzgarán.
¿Cómo ha sido el proceso de documentación?
El más duro, sin duda. Ni siquiera los trabajos de preparación para los ensayos técnicos que he escrito fueron tan complejos como el que necesitó esta historia de un mundo tan lejano como el del Japón feudal. Incluso aun pese a mi cercanía a ciertos aspectos de la cultura nipona cualquier intento de descripción se volvía un proceso tremendamente complejo, todo había que consultarlo, verificarlo. Fueron meses llenos de días que se desgranaban con largas horas de trabajo.
¿Cuál es el objetivo real de esta obra?
Bueno, es una novela, así que el objetivo es entretener. Y creo firmemente que la narrativa debe tener siempre ese objetivo; como es lógico puede haber cierto trasfondo en lo que los editores llaman el subtexto. Y es deseable que se intente escribir con la mayor calidad posible, usando el lenguaje y sus herramientas de un modo adecuado para el texto. Pero el fin último de la narrativa, a mi humilde entender, la narrativa debe ser entretenimiento.
¿Cómo explicarías a los lectores lo que significa Rōnin para ti?
No creo que eso sea lo importante, opino que lo crucial es aquello que la novela significará para los lectores. Pero si he de responder diría que, hasta el momento, es el relato que más me ha costado desvelar. Y que lo he hecho con todo el respeto hacia el Japón y su increíble cultura, además de tener muy presente la responsabilidad implícita que existía tras el enorme éxito de Assur, no podía defraudar a los lectores.
¿Qué enseñanzas has extraído de escribir esta novela?
Muchas. He aprendido mucho sobre el Japón feudal, sobre técnicas marciales, sobre arte, sobre navegación… sobre la infinidad de temas que fueron necesarios para construir el armazón de la historia.
El momento más difícil y más dulce de todo el proceso
Siempre es difícil responder a este tipo de preguntas en las que hay que elegir una única opción. Pero diré que el más difícil es el presente, la novela lleva unos pocos días en las librerías y, aunque ya se han alcanzado ventas como para generar una segunda edición, sigo aguardando los comentarios de los lectores, esperando saber si les ha gustado o no. Y el más dulce es el encuentro con los que se encandilaron con la historia de Assur y acuden de nuevo a mis letras llenos de esperanza por revivir las emociones de mi anterior novela, es fantástico dedicar un ejemplar de Rōnin a alguien que, mientras escribes, te cuenta lo bien que lo pasó con Assur.
¿Qué tiene que tener un buen escritor para serlo?
No estoy seguro, no es fácil responder a algo así; pero supongo que algo incuestionable es que un escritor debe ser un lector voraz.
¿Qué te gustaría que pensasen los lectores cuando terminasen de leer tu libro?
No hace mucho salió una crítica de mi anterior novela y el que la firmaba dejó escrito que al terminar la novela la cerró con mimo y acarició el lomo rememorando los episodios leídos. Espero que eso le suceda a muchos cuando lleguen a la última página de Rōnin.
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