Leonardo Padura nos habla de su última novela, la soberbia «Herejes»

Leonardo Padura

Leonardo Padura nos vuelve a asombrar con Herejes, una nueva entrega de su famoso detective Mario Conde que nos trae una trama rica y apasionante en la que historia y género policíaco se enlazan formando una perfecta estructura narrativa.

Desde la persecución de los judios en el siglo XVII hasta la actualidad esta novela sigue la pista de un Rembrandt y parte de un barco atracado en el puerto de Habana en 1939 con 900 judios que buscan un lugar para escapar de la barbarie nazi.

Es una novela sobre el dolor, la desilusión y la libertad, un planteamiento que nos ofrece a un personaje ya conocido como el detective Mario Conde, pero en una de sus actuaciones más estelares, con una gran carga de profundidad, donde se muestra mucho más melancólico que en otras novelas y que nos hace disfrutar de la lectura aún más.

Acción y entretenimiento sabiamente combinadas con exhaustividad histórica e investigación, crudeza y grandes personajes; los amantes de Padura y Conde encontrarán en Herejes lo buscado pero aún mejor. Una redondez llena de buena prosa.

Para conocer todos los detalles de la construcción de esta difícil catedral de palabras hemos querido entrevistar al autor, Leonardo Padura.

¿Cuál fue el punto de partida de «herejes-9788483834916Herejes»? ¿Cómo surgió la chispa para escribirla?

Creo que todo fue por culpa de un personaje: el judío polaco que llega a Cuba y decide hacerse cubano, vivir como cubano. Este personaje pertenecía a un grupo de amigos que iban a protagonizar una novela que… no escribí. Pero él se me quedó dando vueltas en la cabeza y produjo esa chispa misteriosa que es la motivación, la idea, el conflicto inicial que puede dar origen a una novela: el deseo de ser libre, de integrarse, incluso de ser otro.

¿Cómo ha sido su proceso de creación?

Largo y complejo. De ese personaje inicial, de su deseo de liberarse, pasé a la fase de buscarle una historia pero no me resultó suficiente para representar el concepto de lo que puede significar el deseo de libertad de un individuo… y decidí que fueran varios individuos con un conflicto más o menos similar, en tiempos y sociedades disímiles. Por eso me fui al pasado, y encontré que en la Ámsterdam del siglo XVI había un gran espíritu de libertad y de tolerancia religiosa, y que… no podía hablar de tiempos pasados si no traía ese conflicto a mi presente, y la imagen que tenía de las tribus urbanas como herejes de la Cuba contemporánea vino a mi mente para redondear la idea de la novela… y compicarme la existencia. Tuve que estudiar entonces la historia del judaísmo, de las comunidades hebreas de Ámsterdam, La Habana y Miami Beach, la técnica pictórica de Rembradnt, la filosofía de las tribus urbanas, especialmente de los emos… y tratar de asimilar todo eso para convertirlo en material narrativo.

¿Cuál es su personaje favorito y por qué?

Sin duda alguna Josph Kaminsky, el viejo judío peletero que lo sacrifica todo por amor, que entrega hasta su alma por salvar la de otros, que le da dignidad a quienes lo rodean, y muere feliz, tranquilo con su Dios y consigo mismo.

Su novela mezcla géneros: Histórico, policíaco y social. ¿Dónde está el secreto de esa mezcla perfecta?

No sé si será perfecta, pero fue difícil y absolutamente intencional. La clave que me permitió realizar la combinación fue el concepto, la idea que sostiene la novela: el deseo del individuo de ejercitar su libertad y el precio que puede (o debe, o tiene) que pagar por ese gesto o acto. Sin duda lo social estaba presente en esa formulación, y como te dije antes, una sola circunstancia o personaje me limitaba, por lo que decidí moverme en la historia y buscar otros protagonistas y momentos. Para darle forma a todo ese proyecto, necesitaba una estructura, y por eso opté por traer a Conde a investigar y darle características de la novela policial, pero procurando que cada intención tuviera su espacio y pudiera desarrollarse. El problema es que a mí los géneros como tales no me interesan, no creo en sus reglas o paraqdigmas, sino en sus bondades a la hora de ser vehículos para contar una historia… una historia que el lector quiera leer, y que, a la vez, se sirva de los géneros para revelar una condición humana, social, política o histórica.

Si tuviese que animar a los lectores para leer su libro, ¿qué les diría?

Que no se van a aburrir. Que van a aprender de muchas cosas: de la pintura holandesa del XVII y de Rembradnt, del judaísmo y sus vericuetos, de  la Cuba del siglo XX y del XXI, del precio de las fidelidades, de la eterna voluntad del hombre de ser libres. Y, de contra, se toparán con una novela que es un ejercicio de estilo y estructura, pero que es, sobre todo, una historia de vidas que pueden ser muy cercanas a las nuestras.

La libertad podría ser la bandera de esta novela, ¿cree que es posible o es una utopía?

Es posible y es una utopía. ¿Por qué? Porque cada vez que creemos tenerla, disfrutarla, se nos escapa de las manos. Siempre. Y hay que volver a salir por ella…

¿Qué le gustaría que pensase el lector cuando terminase de leer su libro?

Que si dediqué cuatro años de mi vida a escribir esta novela, valió la pena. Que no es necesario hablar abiertamente de política para expresar conceptos políticos. Que desde Cuba ese escritor escribe para los cubanos y para todo el mundo.

¿Cómo se sintió cuando termino de escribir «Herejes»?

Vacío, muy vacío. Vivir cuatro años en ese mundo y de pronto ver cómo caí el telón, cómo se cerraban las puertas de la fortaleza que había tomado y que, de pronto, me dejaba fuera… es una sensación agridulce, porque sientes que has llegado, pero a la vez que, como la libertad ganada, se te va de las manos y… que debes conformarte y mirar hacia otro lado.

¿Tiene ya un próximo proyecto?

De novela, todavía no. Para eso necesito lejanía de la obra anterior y tiempo para reflexionar… y me han faltado las dos cosas, todavía. Ahora mismo estamos mi esposa Lucía López y yo enfrascados en los primeros guiones de una posible versión para serie de TV de las cuatro primeras novelas del Conde y con ese trabajo encima difícilmente pueda pensar en una novela. Quizás es por falta de neuronas. Tal vez es mecanismo de defensa mental para no llenarme de ansiedad por salir de un proyecto para entrar en otro.

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