Antonio Penadés habla en esta entrevista de su libro Tras las huellas de Heródoto
Tras las huellas de Heródoto es un libro de viajes editado por Almuzara y escrito por Antonio Penadés que sigue los pasos del rey Jerjes en su expedición a Grecia, pero que es mucho más que eso. Una de las características más destacables de este libro es el tono en el que está escrito, entre objetivo y personal. Una combinación perfecta que deleita al lector con el estilo del autor y a la vez le confiere una visión muy clara y objetiva de lo que va visitando en su viaje. Así, Penadés consigue dos objetivos: por un lado, trasladar perfectamente al lector el ambiente y los lugares que ha recorrido; y por otro, que el viaje tenga una parte de su personalidad, algo que enriquece mucho la obra. Tanto es así, que el lector no sólo vive el viaje con él sino que le dan ganas de seguir sus pasos. El libro es una invitación permanente a la visita de esos lugares.
Por otro lado, todos aquellos que estén interesados por Heródoto, no pueden perderse este libro. En él cada página está inspirada en el sabio griego. De hecho, el autor está enamorado del que fue el primer historiador occidental, no en vano el libro lleva su nombre
Pero además, este libro incita no sólo al viaje, sino también al juego. Uno que resulta exquisito y que se puede llevar a cabo con sus páginas, es abrirlo cada día por un lugar diferente y leer así al azar cualquier pasaje del mismo, está escrito de una manera tal que este ejercicio resultará sorprendente puesto que así, desde cualquier sitio en el que se haga, se consigue volar directamente a donde Penadés esté en ese momento del viaje. Aviso a navegantes: es adictivo. Tanto como lo es escuchar siempre a Antonio Penadés. Os dejo con sus respuestas a mis preguntas. Sin desperdicio.
Cuéntanos que se va a encontrar el lector en este libro.
Tras las huellas de Heródoto es ante todo una crónica de viajes. Quien se adentra en su lectura puede recorrer los 2.500 kilómetros que separan la antigua Halicarnaso de Estambul, pasando por lugares tan evocadores como Mileto, Príene, Samos, Afrodisias, Hierápolis, Sardes, Pérgamo, Focea, Assos o Troya. Pero el protagonista de ese libro no soy yo sino Heródoto. Él es quien da sentido al viaje y al texto. El lector, además, encontrará un maravilloso prólogo del novelista histórico Gisbert Haefs.
¿Qué te ha llevado a seguir las huellas de Heródoto?
Con 17 años me topé con la Historia de Heródoto en una biblioteca pública y ya no pude dejar de leerlo. Decidí que siempre me acompañaría. A esa edad uno ve la vida con curiosidad y supongo que fue definitivo el hecho de detectar en él esa misma actitud. Además del asombro que mostraba hacia lo que iba descubriendo en sus viajes, fue el tono directo y franco que utilizaba lo que me enganchó. Heródoto siempre te da la impresión de estar hablando directamente, mirándote a los ojos.
¿Además de profundizar en la figura de Heródoto y en la expedición a Grecia del rey Jerjes o preferir los lugares más pequeños, como dices cuando pasas por Esmirna y decides ir a Focea, ¿qué hizo que dirigieras tus pasos a un lugar u otro? ¿Tenías previsto un itinerario previo?
Sí, el recorrido lo tenía trazado de antemano. Sabía qué lugares iba a visitar pero no en qué días concretos. Al ser un mes de octubre no hace falta reservar, con lo que evitaba lugares con poco encanto y sacaba el máximo provecho a rincones paradisíacos como Samos, Focea o Assos, en los que la vida transcurre despacio y donde la huella de la antigua Grecia es muy palpable.
De todo el recorrido que haces, ¿qué es lo que más te ha impresionado?
Los grandes contrastes que existen en Turquía, un protagonista con el que no contaba en un principio. Viví un choque fascinante entre la sociedad urbana y la rural, entre la europea y la asiática, entre la agnóstica y la musulmana. También me impresionó el estado de abandono en el que se hallan algunos recintos arqueológicos de inmenso valor, lo que por otro lado les da un toque romántico al estilo de los grabados decimonónicos que nos muestran templos y teatros griegos antiguos.
¿Qué tenemos aún que aprender de la Antigua Grecia?
Las principales disciplinas del conocimiento alcanzaron la excelencia veinticinco siglos atrás, en plena época clásica: la política, la literatura, el urbanismo, la filosofía, el teatro, el deporte, la física, la medicina, la ingeniería, la artesanía, la pintura, la escultura y la arquitectura, el derecho, la navegación marítima, las estrategias bélicas… Los griegos también fueron insuperables profundizando en la condición humana, algo que no ha cambiado desde entonces. Y si dieron ese avance clave en el progreso humano fue gracias al ejercicio del pensamiento crítico, una herramienta que la oligarquía que gobierna hoy nuestras sociedades nos quiere desbaratar.
¿Qué crees que pensaría Heródoto del momento histórico que estamos viviendo ahora?
Pensaría que es imprescindible aprender historia, que de hecho él fue el primer historiador porque vio la necesidad de fijar por escrito las enseñanzas que da el pasado. Tal como muestra una y otra vez en su obra, Heródoto nos diría que el transcurso de la historia de la Humanidad está compuesto por ciclos, y que cuando un individuo o una sociedad incurre en hybris –exceso, desmedida- la caída que tarde o temprano sufre es proporcional al exceso cometido.
¿Si él fuera un coetáneo nuestro quién podría ser o qué función tendría en esta sociedad?
Acaso sería un sabio con prestigio y autoridad moral cuyas verdades resultarían molestas para los poderosos. Denunciaría cosas como que la guerra es necesaria cuando se trata de hacer frente a una agresión, pero que los imperios y las naciones expansionistas por la fuerza acaban desmoronándose al basar su actuación en hybris.
¿Cómo ha sido tu proceso creativo?¿Ibas tomando notas o preferiste evocar una vez estabas ya en casa?
Cada noche, mientras cenaba en la terraza de alguna taberna, anotaba lo que había visitado durante la jornada y las sensaciones vividas. Viajar solo te permite estos ratos de intimidad y otorga muchas más oportunidades para extraer todo el jugo al viaje. Una vez en casa, ese diario me sirvió como guión para escribir el libro.
¿Cómo combinas los datos, impresiones, descripciones, aventuras, imprevistos… ha sido una cuestión de medir o te has dejado llevar por lo que te pedía la narración?
Voy alternando las dos necesidades que sentía cuando el libro era un proyecto: contar mi viaje y adentrarme en la mente de Heródoto. Y para ello voy saltando en la narración de un ámbito a otro. El libro comienza con mi llegada a Bodrum –el lugar donde Heródoto nació- y voy narrando mi trayecto y lo que me va ocurriendo, pero cada 8 o 10 páginas me retrotraigo 2.500 años para describir cómo era entonces la ciudad que visito y para recrear el trayecto del rey persa Jerjes en su expedición contra Grecia, que sigo desde que mi llegada a Sardes, la capital de Lidia. No en vano, la narración de las guerras Médicas fue el verdadero propósito de Heródoto al escribir la Historia.
¿Qué has aprendido tú de este viaje?
Un viaje tan intenso e íntimo como este supone una exploración interior muy interesante. Son quince días sin hablar con nadie, reflexionando y aprendiendo. Tuve ocasión de analizar el pensamiento de Heródoto, no sólo a través de los libros sino pisando su mismo suelo, y pude adentrarme más a fondo en la civilización griega antigua. Por tanto llegué a profundizar en la condición humana, que es lo que realmente me interesa, motivo por el que el libro está lleno de digresiones de todo tipo. En este punto, a Heródoto le pasaba lo mismo.
La última, ¿qué te gustaría que pensara el lector cuando termine de leer tu libro?
Que quede con la sensación de haber disfrutado con la narración de un viaje. Y, sobre todo, que piense que ha aprendido algo más sobre nosotros mismos de la mano de los pensadores griegos antiguos, lo que es una vía muy agradable.