Elga Reátegui. Entrevista a Elga Reátegui
Elga Reátegui nos habla de su novela Y te diste la media vuelta, su cuarta novela, en la que nos habla del Perú de las tres últimas décadas del siglo XX, como si fuese un personaje más. Tres décadas duras y difíciles.
Elga Reátegui tiene en su haber cinco poemarios y cuatro novelas. Entre sus obras destacan: En mi piel (poemario), El Santo Cura, De ternura y sexo y A este lado y al otro. También publicó en 2015 un poemario en inglés para el mercado de Estados Unidos, titulado Body maps. Esta periodista peruana, afincada en Valencia, nos ofrece un universo muy particular del país que la vio nacer.
¿Qué se va a encontrar el lector cuando abra Y te diste la media vuelta?
Con una historia que desgrana la complejidad del universo humano a través de un hombre que ha aprendido a plantear su vida a partir de un conjunto de conceptos y emociones trasmitidas por su madre, una mujer que prefirió vivir su vida antes de asumir al completo su maternidad y lo que eso implica.
La relación de Sergio con Shaby, su progenitora, le ha dejado muchas heridas abiertas y unas cuantas cicatrices en su alma, las que se evidencian en su manera de afrontar su existencia, sus relaciones con las mujeres y el sentido del amor. Penetrando en lo más profundo también es una historia de mujeres en la que se plantean muchas interrogantes, tales como: ¿por qué y para qué quiero ser madre? ¿Me siento obligada por mi familia, la sociedad o mis convicciones religiosas? ¿Realmente siento la necesidad de serlo? ¿Qué me espera si digo no a la maternidad o pospongo ese momento? ¿Qué va a ser de mí o de esa criatura si me exigen asumir ese rol cuando no me siento preparada o me lo imponen cuando no he nacido para ser madre?
Tiene un nombre muy de bolero o de Pimpinela, ¿por qué ese título?
Cierto, de bolero mexicano, duro, conflictivo, tan humano. Me encanta ese género, y debo confesar que parte de la banda sonora de mi infancia está impregnada de esa melodía y sentimiento. Escogí ese título porque refleja fielmente todo lo que hay antes y después de asumir esa actitud y comportamiento. Con ese gesto o ademán dejamos atrás algo o a alguien que no nos gusta, que resulta una carga, que no nos importa. Ese movimiento trae consigo renuncia, vacío, soledad, indiferencia, desprecio, y hasta, por qué no, liberación.
¿Cómo son las mujeres de tu libro?
Creo, sin habérmelo propuesto, que he conseguido reflejar de una u otra forma toda la amplia gama de mujeres que se conocen (o conozco). En mis personajes femeninos se hallan desde la mujer dulce que vive en forma exclusiva para su marido e hijos, pasando por la jovencita que fomenta el machismo y espera realizarse como mujer teniendo un hombre al lado, hasta la que se resiste a ser madre o le huye a sus responsabilidades para con sus hijos.
Al margen de cómo sean las mujeres de mi novela o los objetivos que pretenden alcanzar en sus vidas, son fuertes, luchadoras, y buscan la mejor manera de ser felices aun cuando lo tienen todo en contra o no son lo suficientemente entendidas. Hay sufrimiento y esperanza; hay incertidumbre e ilusión, tal y como sucede en la vida cotidiana. Se espera demasiado de la mujer, y ella, en su empeño por complacer, por ocuparse de los demás, se bloquea o anula. Y en muchos casos, pierde la perspectiva sobre sí misma.
¿Perú es un protagonista más de la novela?
Sí, es el escenario donde se da gran parte de la historia. Los años 80 y parte de los 90 fueron duros especialmente para los de mi generación que no veía solución para tanto desastre y no vislumbraba futuro halagüeño por ninguna parte. Tiempos de hambre, terrorismo, corrupción y mucho sufrimiento. Vivíamos golpeados por una asfixiante crisis económica, donde a diario subían los precios de los alimentos de primera necesidad, en permanente estado de emergencia, toques de queda, y la noche se tornaba más negra cuando Sendero Luminoso hacía ‘volar’ una torre de alta tensión, colocaba bombas en La Atarjea (planta que sumistraba y suministra agua a toda Lima), una comisaría, una institución pública, o dios sabe qué, y en nuestros oídos solo resonaba el eco de las sirenas de patrullas de la policía, bomberos y ambulancias.
Completaba el panorama de horror el MRTA con sus chantajes (pago de cupos), secuestros y asesinatos. Para colmo, nos cobraban la deuda externa, no teníamos cómo pagar y nos llegaron a declarar ‘país inelegible’. En otras nos condenaban a ser los apestados del continente. Nadie tenía piedad de nosotros. Unos nos despreciaban y otros, nos dejaban en la orfandad. E incluso la Naturaleza, pues hubo durante esas épocas lluvias intensas, desborde de ríos, y epidemias como el cólera y varios brotes de salmonella. Al Perú solo se le nombraba como sinónimo de muerte y destrucción. Ese es parte del tiempo histórico de mi novela. Sergio y su familia lo sufren en mi novela. Tan igual como yo y los míos lo padecimos en aquellos aciagos años.
¿Por qué un libro de mujeres narrado por un hombre?
Porque a lo largo de mi vida he visto cómo la actitud y comportamiento de una madre puede marcar, para bien o mal, la vida sentimental de un hijo; también el de una hija, claro está. Pero la obra de una madre se refleja en la salud mental y emocional del varón: en las relaciones satisfactorias o nefastas con el sexo opuesto, sea de amistad o amor, y en su lado femenino, manejo de sus emociones, poca o baja autoestima y seguridad en sí mismo. No queda obsoleto aquello “Detrás de un gran hombre hay una gran mujer”. Viéndolo en su exacta dimensión, el hombre es hechura femenina, de su madre. Y de la mujer también, porque al fin y al cabo, es la que cría y educa.
Con esto no me declaro feminista o demuestro mi animadversión por los varones, simplemente deslindo. Solo que, salvo raras y honrosas excepciones, es la mujer la que aparca su vida, para entregarse de lleno a su prole. Como dicen en mi tierra: ‘quien dice la verdad no miente’.
¿Tus sueños y pesadillas con este libro?
Abundan. Los del pasado y del presente. Para alguien que aprendió a vivir en medio del horror, buscándose los soles en mil oficios, con poco para llevarse a la boca y buscándose un futuro a través de una profesión, la vida es maravillosa en un entorno de estabilidad política, gubernamental, social, teniendo en la mesa una comida decente, y soñando que siempre puedes darle algo mejor a los tuyos en el orden que sea. La crisis económica o de cualquier índole te plantea retos, te ayuda a ser creativo, y sales a flote aunque sea abrazada a un palo carcomido. Mi gente es así, ‘recursera’, y ha aprendido a convertir el veneno en remedio, como reza un gosho budista.
¿Cómo es tu proceso creativo? ¿Cambia dependiendo del género o de la obra?
Casi siempre tengo previsto el comienzo y el fin. Luego hago un planteamiento de los personajes que van ‘acompañar‘ a mis protagonistas y las situaciones que los llevarán hacia el destino que he previsto para él o ellos. Las últimas historias que he escrito (tengo seis manuscritos listos) se han gestado en viajes. Las ideas aparecen de repente, elaboro exactamente lo quiero contar, y tomo nota en lo que tenga más a mano. Si la historia quiere investigación me pongo manos a la obra revisando diarios, periódicos o libros alusivos a la época en que se suceden los acontecimientos, aunque en forma reiterada me refresco la memoria con lecturas que me den mayor luz, así se trate de hechos recientemente ocurridos, ya que mis historias se dan en Perú y hace doce años que no resido allí.
Soy muy disciplinada, cuando lo tengo claro, voy al ordenador, y todas las mañanas, con horarios bien establecidos me pongo a escribir. En cuanto a la poesía, la escribo a mano, y una vez culminada recién la paso al ordenador. No le doy mucho trabajo a la musas, lo mío es ‘chamba’ pura y dura, vicio de mis tiempos de redactora en prensa diaria.
¿Qué te gustaría que pensara el lector cuando acabe de leerlo?
Que valió la pena el tiempo invertido en la lectura. Yo no aspiro a cambiar la vida de nadie con mis historias. Quizá sí sensibilizar sobre un tema o temas e invitar a la reflexión. Y si no lo consigo, al menos entretener, que también es válido para mí. En mis historias no hay moralejas ni enseñanzas de ningún tipo. Simplemente cuento algo sobre alguien, cuya vida podría darse en cualquier sitio, donde nada tiene que ver cuestiones razas o sociedades. Son historias de seres humanos, sobre temas que involucran y afectan a todos.
Palabras clave:
Elga Reátegui
Y te diste la media vuelta
Perú siglo XX
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