Entrevista a José Luis Muñoz

Entrevista a José Luis Muñoz

Entrevista a José Luis Muñoz

Entrevista a José Luis Muñoz: Esta semana compartimos con vosotros la entrevista que nos concedió el escritor salmantino José Luis Muñoz (Salamanca, 1951). Cuenta con más de cuarenta libros publicados y está considerado además, como uno de los veteranos de la novela negra española. Entre los prestigiosos premios recibidos se encuentran el Camilo José Cela, el Ignacio Aldecoa el Azorín, el Tigre Juan, el del Café Gijón o el de La Sonrisa Vertical,  Su última publicación, en Ediciones Traspiés, es ‘El rastro del lobo’. En ella descubrimos a un personaje Joachim Schoöck, un policía de Stuttgart  que ha dedicado su vida a seguir el rastro del lobo solitario Aribert Ferdinand Heim. Heim, conocido como el Carnicero de Mauthausen o el Doctor Muerte, fue uno de los mayores criminales de guerra nazis. Como su colega el doctor Mengele, escapó de la justicia al finalizar la Segunda Guerra Mundial. Heim, destacado como oficial médico en los campos de exterminio, fue un criminal que dejó falsas pistas por medio mundo, murió varias veces, y tuvo una infinidad de identidades.

En ‘El rastro del lobo’ no solo seguimos el rastro del Carnicero de Mauthausen, también se nos va desvelando el final de otros criminales de guerra nazis. Como por ejemplo, aquellos que murieron por causas naturales en Brasil, Argentina… o España. También aquí, protegidos y amparados por el régimen franquista. ¿La impunidad también es una cuestión de connivencias políticas, de estar en el momento oportuno en el lugar adecuado?

La España franquista fue un refugio de nazis. Los nazis obtuvieron de Franco un puente de plata. Llegaron con fortuna, así es que incluso fueron bien aceptados socialmente en los lugares en los que se establecieron que no les preguntaron por su pasado. Los nazis se establecieron en Latinoamérica y ofrecieron sus servicios a las atroces dictaduras apoyadas por los sucesivos gobiernos de Estados Unidos. Tenían unos conocimientos extraordinarios en cuanto a los límites del dolor, especialmente el protagonista de mi novela, el siniestro Dr. Heim. Durante muchos años esos criminales de guerra prófugos de la justicia se sintieron amparados en territorios que les recordaban, por su paisaje, a la Alemania que se habían visto obligados a abandonar y fundaron colonias como la Colonia Dignidad de Chile.

La presencia española en el campo de concentración, donde estuvo Heim, fue más que notable. Curioso el humor de nuestros compatriotas a la hora de rebautizar al Doctor Muerte como El banderillero. Humor negro, sin duda.

El humor es importante para sobrevivir en cualquier circunstancia. Los presos republicanos que fueron a parar al campo de trabajo de Mauthausen venían de una guerra que habían perdido y muchos de ellos eran combatientes en la resistencia francesa. España nunca los reclamó como ciudadanos suyos. Tampoco creo que hubieran estado muy bien en las cárceles franquistas en donde muchos de ellos habrían sido fusilados. Los prisioneros españoles asombraron a los nazis que los custodiaban en Mauthausen por su disciplina y solidaridad. Efectivamente es un rasgo de humor apodar como Banderillero a ese asesino en serie que era Heim que remataba su faena, siguiendo el término taurino, con inyecciones de benzeno, gasolina o lo que fuera que inyectaba directamente en el corazón de sus cobayas humanas. Fue muy importante la labor fotográfica de Francesc Boix que realizó, sin que los fotografiados se dieran cuenta, numerosas instantáneas de los verdugos, un material valiosísimo que documenta esos asesinatos en masa. 

Llegó un momento donde las autoridades del campo de concentración se percataron de que los españoles ‘eran más útiles en otros cometidos’. Se referían con ello a no destinarlos a trabajar en las canteras. ¿En realidad era así, a qué se debió? No me olvido de que algunos compatriotas, por sobrevivir, también tuvieron que actuar como ‘carniceros’ en los ‘kommando’ del campo.

Por lo que sé la actuación de los españoles en el campo de Mauthausen fue impecable. La mayor parte de ellos eran combatientes integrados en el ejército republicano, gente disciplinada y con unos ideales fuertes para poder sobrevivir. En efecto eran más útiles fuera de esa letal cantera en la que morían casi todos extenuados contando los 189 escalones. Los kommando, como bien dices, eran tan brutales como los nazis precisamente para sobrevivir, víctimas que aceptaban un rol de verdugos y cifraban su supervivencia en la dureza extrema en el trato con sus compañeros de encierro. La maldad del régimen nazi alcanzaba cotas de una enorme sofisticación y retorcimiento. Un integrante de un kommando es precisamente el protagonista de mi novela “El mal absoluto” que gira alrededor del Holocausto.

Palabras relacionadas:

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