Álvaro Arbina, La mujer del reloj

Alvaro Arbina_La mujer de reloj

Álvaro Arbina nos habla de La mujer del reloj, su primera novela

Alvaro arbina_la mujer del reloj_portadaÁlvaro Arbina no sabía cuando comenzó escribió La mujer del reloj que iba a ser publicada por Ediciones B y que se iba a convertir en un best seller de la novela histórica. Sobre todo, porque la comenzó a escribir en la adolescencia y la dejó madurar hasta que mucho después, un buen día, sus personajes volvieron a abrir el cajón y se plantaron delante de él en la terraza de una cafetería. En ese momento, Arbina se tuvo que enfrentar a ellos, irremediablemente. La literatura surca caminos poco predecibles, está habitada por seres fuertes que consiguen llevar a sus autores hasta el escritorio sin remisión. Así son los personajes de La mujer del reloj: una prueba de que la magia existe.

De esto y mucho más hablé con Arbina en esta entrevista con la esperanza de que disfrutes de ella y te lleve a acercarte a esta novela que bien podría ser la de tu verano. Vamos allá.

¿Qué te llevó a escribir esta novela?

La mujer del reloj es fruto de una gestación lenta, que me ha acompañado desde que, siendo un niño, comenzó mi pasión por la lectura, esa admiración hacia los que hacían magia con las páginas. Yo quería emular lo que ellos provocaban en mí, quería hacer sentir a otros lo que yo a veces sentía leyendo. La idea de la novela, aquella que se puede definir en tres líneas, surgió en mi adolescencia y fue abandonada al iniciar mis estudios de arquitectura. Fue un parón de cuatro años, sin el que, probablemente, esta novela no habría llegado a ver la luz. Al menos hoy, a mi edad. La recuperé en un verano, tras una inocente conversación en la terraza de una cafetería, en la que se rememoraba aquellos personajes olvidados en un cajón. Sin que yo lo supiera, aquel día se prendió una chispa, despertaron viejas pasiones y la historia enseguida me atrapó. Entonces comenzó mi aventura de escribir un libro, que finalmente duró casi dos años.

¿Cómo ha sido tu proceso de documentación?

Recurrí a todo tipo de fuentes, muchas de ellas engendradas en aquellos años, sobre asuntos concretos que debía tratar en la novela. Los libros de historia sirven para entender la época desde una perspectiva global, pero al mismo tiempo ofrecen los matices y detalles necesarios para adoptar diferentes puntos de vista, con sus contradicciones y complejidades, que explican realmente lo que sucedió entonces. Sin embargo, para escribir una novela uno necesita introducirse en el ambiente, mirar a través de la gente que entonces vivió, caminar entre ellos, entre sus calles y paisajes. Para ello es necesario leer mucha literatura. Y yo retomé muchos de los libros que me habían marcado siempre: aventuras de Pérez Reverte y Ken Follet, clásicos de la literatura, Benito Pérez Galdós, Alejandro Dumas…

¿Por dónde comenzaste a escribirla? ¿Tenías una estructura clara cuando te pusiste a escribir?

La primera fase consistió en un lento proceso de maduración, donde iban surgiendo las ideas que terminarían por definir la novela. Pronto me percaté de que mi empresa era más ambiciosa de lo que había imaginado. Hilar una trama ficticia del calibre que pensaba, con una base histórica y real de la dimensión que había elegido, suponía un puzzle muy difícil de construir. ¿Cómo manejar todos esos géneros que surgían en mis ideas? A veces relaciono mi proceso creativo con el trabajo de arquitecto, ese mismo concepto que reúne la construcción de un edificio también se ve reflejado en la “construcción” de una novela. De la misma forma que tras una fachada elegante, tras un espacio sobrio y acogedor, se esconde una estructura que los sostiene, una red de instalaciones que hacen que llegue el agua al grifo, en una novela también hay una maquinaria invisible que hace que ésta funcione correctamente. Detrás de una página hay otra, más engorrosa y llena de tachones, que la sostiene y la hace bella y visible para el ojo atento del lector.

¿De cuál de tus personajes te ha costado más despedirte?

Es difícil centrarme en un personaje. En todos, hasta en el mayor de los villanos, he depositado parte de mí. Los personajes surgen a raíz de lo que llevas dentro, y que en algún momento recogiste. El escritor es el filtro que los plasma sobre el papel. Si tuviera que elegir uno me decantaría por Román, su rastro me acompañó especialmente una vez concluida la novela.

¿Tenías algún miedo recurrente mientras escribías?

La incertidumbre de no saber lo que opinarían los lectores. Cuando estas escribiendo, es difícil contemplar la novela desde una perspectiva distante, y a veces hay que hacer un ejercicio de abstracción, para acercarte a los ojos con los que el lector escudriñará tu obra. Una sensación que se acentúa a medida que te acercas al desenlace de la historia, cuando la muestras por primera vez.

¿Cuál es tu mejor momento y lugar para escribir?

Compaginé la escritura de la novela con los últimos años de universidad y tuve que adaptarme a las horas libres que surgían en mi día a día. He trabajado en muchos lugares y horarios diferentes, cada uno con sus puntos a favor. Por la mañana te encuentras más impetuoso, y puedes extender las horas de escritura; por la noche tal vez aparezca el cansancio, pero suelen ser horas de inspiración.

¿Tienes ya un nuevo proyecto?

La mujer del reloj ha ocupado un gran espacio en mi mente durante mucho tiempo. Son muchos meses en los que convives con los personajes, en los que una parte de ti vive en ese mundo que se está creando. Cuando la finalicé sentí que se generaba un vacío, y enseguida comenzaron a surgir nuevas ideas, nuevos personajes y mundos por descubrir. Son procesos que no se fuerzan. El trabajo creativo no se realiza frente a una mesa, el trabajo creativo te acompaña a todas partes. Reside ahí, en tu cabeza, conectando tu mente imaginativa con el mundo real, el de la inspiración. Sigo escribiendo y me gustaría poder seguir haciéndolo.

¿Qué te gustaría que pensase el lector cuando termine de leer La mujer del reloj?

Mi mayor ilusión a la hora de embarcarme en un trabajo de seiscientas páginas ha sido provocar en el lector lo que, a veces, yo siento leyendo. Me gustaría que entretuviese, que generase placer, que te vieras seducido por ese mundo y esos personajes. Una novela pageturner, como dicen los ingleses. Y me gustaría que, al final, tras la última página, generara un momento de suspense, de silencio. Ese momento en el que sientes que has aprendido algo, que has reflexionado sobre lo que somos y sobre lo que nos rodea.

 

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