¿Qué es el espacio en una novela? o ¿cómo conseguir retratarlo sin enredarnos en largas descripciones? Son algunas de las preguntas que se intentarán responder en este post.
Existen diferentes tipos de espacio: el físico, el psicológico o el social; diferentes niveles donde el personaje se desenvuelve; también existes los espacios reales o inventados; con nombre o sin él. El físico es el material, donde se encuentra situado el personaje, puede ser exterior o cerrado. El psicológico tiene más que ver con el tono de la novela, con el estado mental en el que el personaje se mueve. Puede ser un espacio triste o alegre, por ejemplo: y por último, el social se refiere al contexto histórico, político, social o económico que influye en los personajes. Son tres niveles de espacio que se dan en todas las narraciones y que hay que tratar de diferente manera siempre acorde a lo que la novela requiera.
Hay novelas en las que el escenario viene dado por los personajes que hemos creado por lo que para buscar su continente no tenemos más que ir allí donde vive ese personaje, por donde se mueve o donde respira y, otras veces, es necesario crearlo para él porque es un personaje que podría vivir en muchos lugares diferentes, su historia podría contarse desde muchos paisajes, entonces hay que elegir uno de entre todos ellos.
El espacio en muchas ocasiones es el responsable del clima de la novela, aporta más dramatismo o explica perfectamente en qué estado se encuentran los personajes o los hechos que se describen. Es un elemento muy importante de la narración.
No es un personaje
Aunque hay que tener en cuenta que un escenario no suele ser el protagonista de la novela, a no ser que sea un personaje más de ella. Sucede en novelas que se ambientan en lugares muy especiales, potentes, necesarios para darle el clima o el tono a la narración que se está creando, pero en la mayoría de los casos, el escenario nos viene dado, sólo hay que dar las pinceladas justas para situar al personaje. Por ejemplo, los personajes entran en una casa sucia, desordenada, que hace siglos que no ve una fregona. No es necesario que nos extendamos en definir exactamente el color de las manchas del sofá o la textura exacta de las capas de polvo que están posadas sobre los muebles. Con decir cuando el personaje se sienta en un sillón que a la presión de su peso se levantó una enorme masa de polvo o que el personaje no pudo evitar toser por el polvo que circulaba en le ambiente; el lector se dará cuenta que hace mucho que esa casa no pasa la prueba del algodón. Él creará en su mente el escenario acorde con la idea que se está haciendo de la narración. Hará el trabajo por el autor y además la acción de la novela no quedará interrumpida. Un cuello de botella menos.
Aquí es extremadamente importante acertar con la elección de las palabras que se utilizan, al unirlas unas a otras es importante que evoquen un concepto amplio en la mente del lector sin necesidad de que se empleen más de las palabras justas para ello. Una larga descripción de un territorio narrativo puede hacer que se abandone la lectura irremediablemente.
Paisaje inventado
Cuando es necesario inventar el paisaje, puede ocurrir que el autor no sepa muy bien cuál es el mejor para su narración, en este caso. aunque no lo crea tiene una gran ventaja, ya que puede elegir aquel que mejor le venga para acomodar lo que está contando. Podrá escoger aquellos que más posibilidades narrativas le regalen a su historia.
Una de las claves a la hora de crear un escenario sea del nivel que sea, real o inventado, tenga nombre o no lo tenga, es la importancia de que el autor lo conozca a la perfección antes de ponerse a escribirlo; este punto es fundamental para que pueda crear espacios evocadores con una estricta economía comunicativa.
Como dice el escritor Enrique de Hériz: «la novela es el arte de la concreción». Lo mismo ocurre con el espacio por mucho que no se le quiera dar un nombre o crear el efecto de la ubicuidad es esencial generar determinados rasgos que a la vez concreten y sobre todo el escritor necesitará saber exactamente de qué espacio está hablando aunque no quiera que el lector lo sepa; siempre teniendo en cuenta que el lector debe sentir situados a los personajes en un espacio y un tiempo determinado, de una u otra manera. En este sentido, marearlo nunca es una buena idea.
Hay lugares extraordinarios que nacieron en la cabeza del autor que los creo: Macondo, Ribanova o Vetusta; y lugares que sólo sirven de una manera funcional, sea cual sea el espacio de una novela, siempre deberá cumplir con su papel acorde con el resto de la narración.
¿Qué conclusiones habéis extraído de este post? ¿Estáis escribiendo una novela? ¿En qué espacios se sitúa? ¿Cómo tratáis el espacio en ella?
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