«Diría que un relato es una narración breve que nos conmueve». Eloy Tizón
Si Eloy Tizón dice que ha puesto lo mejor que tiene en este libro, no somos nadie para llevarle la contraria, entre otras cosas, porque es cierto. Tizón nos regaló una entrevista llena de verdad, en la que nos abrió las puertas de su creatividad, de su forma de escribir y por ello nos sentimos muy honrados, porque se puede decir que, en la actualidad, este autor es uno de los grandes. Su último libro de relatos, Técnicas de iluminación (Páginas de espuma), es una obra cuidada, donde las palabras ocupan su justo lugar y siempre se llevan bien con sus compañeras; se complementan, se acompañan, son una fina piel que se adapta sin fisuras a la realidad, a lo que somos. Las palabras aquí se alimentan de luz. Una luz que las hace esplendorosas y a sus lectores maravillados.
Técnicas de iluminación nos va desvelando personajes y situaciones desde las más introspectivas a las más claras, con diferentes focos y tipos de luz que iluminan, desde lo más profundo del pensamiento humano hasta los gestos superficiales y con ellas el lector descubre que está ante un gran libro, ante un gran autor que consigue que nos recreemos, disfrutemos, entendamos y transitemos por el haz de luz que él construye.
La trayectoria de este autor es larga y está llena de hallazgos; antes de Técnicas de iluminación, publicó dos libros de relatos, Parpadeos y Velocidad de los jardines; y tres novelas La voz cantante, Labia y Seda salvaje. Con ellas Tizón demuestra que la literatura sigue estando viva. El virtuosismo con el que este autor maneja las palabras lo puede todo, el arte abstracto y el figurativo. Todo lo puede valiéndose de su exquisito modo de usarlas, las conoce, las intuye, adivina su posible funcionamiento en conjunto y atrapa en su imaginario colectivo a un lector asombrado por el hallazgo, por la plasticidad.
Técnicas de iluminación está compuesto por diez relatos que se escriben con mayúscula. Hablamos con su autor de lo que ha dejado en ellos, de cómo los ha construido y de por qué tienen este nombre global que cuando los lees entiendes.
Sobran las palabras, si no lo habéis leído, buscadlo, es un imperdible para los amantes de la buena literatura. Ahora os dejamos con él y nuestras preguntas. Eloy Tizón nos ofrece una inmensa gama de formas de iluminar, también en esta entrevista.
¿Qué has dejado tras Técnicas de iluminación?
He dejado algunos años de trabajo, muchas horas de escritura, de corrección, de ilusionarme, de miedos y de alegrías. Ahora tengo una cuantas canas más que cuando comencé a escribirlo. En este libro he puesto lo mejor que tengo; no me he guardado nada.
¿Qué se van a encontrar los lectores cuando abran este libro?
Se encontrarán diez historias protagonizadas por personajes bastante desorientados, poco felices, inquietos, a los que ellos mismos –o la vida– colocan ante una situación difícil que les obliga a desenmascarse, a tomar decisiones, a mostrarse como son, aunque no quieran. Por su manera de reaccionar ante la dificultad entenderemos quiénes son y qué verdad hay en ellos, si es que hay alguna.
¿Cómo has ido creando estos cuentos?
A partir de imágenes, situaciones o voces que me asaltan y que me arrastran al escritorio. Algunos relatos proceden de la observación minuciosa de lo que veo alrededor, otros parten de mi propia biografía, de recuerdos, de páginas que he leído y alguno de sueños que he tenido y que he incorporado a la materia del relato como parte de su estructura. Diría que todos ellos, de una manera o de otra, son fruto de una paciencia apasionada.
¿Todo necesita ser iluminado para poder observarlo?
Conviene recordar que lucidez viene de luz. Enfocar algo –un ser humano, un animal, un paisaje, un objeto– significa aislarlo, contemplarlo detenidamente, darle espacio, valorarlo, quererlo un poco. Es decir: inventarlo de nuevo.
¿Qué técnicas de iluminación dirías que aplicas a cada uno de estos relatos?
Hay muchos tipos de luz. He intentado abarcar el mayor número de ellas: la luz de la razón, la luz amorosa, la luz de la locura… Y, por encima de todas, la que considero esencial en la literatura y el arte: la luz de la compasión hacia el género humano, ante sus perplejidades y desdichas.
Cortázar decía que un cuento es una fotografía, un instante, esta definición también tiene que ver con la luz, pero según tu perspectiva, ¿qué tiene que tener un cuento para pueda llamarse así?
No sé muy bien qué es un cuento. No tengo una teoría cerrada al respecto. Prefiero no saberlo, para no caer en mi propia jaula dialéctica. Sí creo saber lo que no es: no es una anécdota ingeniosa, ni una crónica sociológica (por muy bien escrita que esté), ni una historia armada con trampa para que al final se produzca una sorpresa que deje noqueado al lector, que es el truco más barato y efectista de todos.
Diría que un relato es una narración breve que nos conmueve. No sé si esta definición será suficiente, mucho me temo que no. En mi caso, para dar por válido un cuento, este tiene que reunir un puñado de ingredientes que considero esenciales: la mirada poética que produce una determinada música verbal, alguna pincelada de humor, algo de drama, ternura, pena y alegría y piedad hacia los personajes, que procuro no juzgar, por equivocados que estén o malvados que nos parezcan. Cuando consigo que todos esos elementos estén más o menos equilibrados de manera convincente, doy por aceptable el resultado.
¿Cómo es tu proceso creativo?
Si tuviera que definirlo con una sola palabra, esta sería: búsqueda. Soy alguien que busca. Que nunca está seguro. Que prueba cosas nuevas. Que no se conforma. Que se desvía por caminos sin señalizar que a veces me conducen a paisajes misteriosos, poco familiares, pero espero que atrayentes, tanto para mí como para el lector que desee acompañarme y perderse conmigo en estos vagabundeos a los que le invito.
¿Qué buscas en la literatura y qué encuentras?
En la literatura busco y encuentro intensidad. Intensidad vital, intelectual, moral, física y –sobre todo– emocional. Eso es lo más importante para mí.
¿Qué te gustaría que pensase el lector cuando acabase de leer este libro?
«Aquí hay verdad». Eso lo justificaría todo.
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