Entrevista a Mar de la Vega
Entrevista a Mar de la Vega. Entrevistamos a la escritora Mar de la Vega (La Vall d’Uixó, Castellón, 1968). Licenciada en Derecho, especialidad en Derecho Público. Es autora de varias novelas como: ‘Casarse por amor está sobrevalorado’, ‘No pierdas la esperanza’ o ‘Cuando la vida es sexo’ por la que le preguntamos.
¿Cuál fue el germen que te llevó a escribir ‘Cuando la vida es sexo’?
Un sueño erótico. Y no es broma. Soñé con el principio de la novela y al día siguiente empecé a escribirla. Hace poco, una lectora me contaba que nunca había tenido un sueño erótico, me quedé impresionada, pero si lo pienso bien tampoco he preguntado a nadie sobre el tema. Espero no ser la única que los tiene.
¿Qué es lo más fácil, según tu opinión, a la hora de escribir género erótico?
Para empezar, la frontera es difícil de definir. ¿Cuándo una novela romántica (denominación que odio) se convierte en erótica? ¿Cuánta cantidad de sexo debe haber para que eso suceda?
Yo quería que esta novela fuera erótica sin duda alguna. Es más, la había concebido muy frívola, pero a medida que la escribía los personajes se iban haciendo menos frívolos, sobre todo el de la protagonista femenina, que al construir su pasado, me quedó una trágica historia relacionada con el terrorismo de ETA. Cuando la acabé, les tenía cariño a los personajes, cosa que no me ocurre con los frívolos, porque habían acabado teniendo alma entre tanta carne.
Tanto es así que me quedé con ganas de más y en una novela que tengo a medias hice que la protagonista se cruzará en la vida del trío de ‘Cuando la vida es sexo‘, y ha quedado algo parecido a un spin-off. Pero esta novela no está acabada y puede que nunca la acabe.
No he respondido a la pregunta sobre lo fácil o difícil, porque esta novela es única en mi “obra literaria” y así seguirá siendo. Suelo decir que esto fue un desahogo, pero no me gusta el género puramente erótico. Es más, cambiaría la pregunta, porque puedo hablar de lo que es difícil: no repetirse, cosa que yo he intentado y que es lo que más me desagrada del género, que los autores se dediquen a repetir hasta la saciedad los mismos actos sexuales incluso con las mismas palabras.
Imagino que una de las preguntas que más de un lector se hará leyendo este tipo de novelas es qué parte de investigación hay, esto es, que parte es oída y qué parte es experiencia propia.
Lo de las experiencias es pregunta de cuñado (a mí me la hizo uno de los míos, “¿todo esto lo has probado tú?”) y, en consecuencia, de no muy buen gusto (desde el cariño). En mi novela hay de todo un poco: investigación y experiencia propia y ajena.
A mí el sexo desde el punto de vista teórico me ha interesado desde muy temprana edad (del práctico no voy a hablar, me lo reservo). La curiosidad por el tema me surgió muy precozmente. En casa de mis padres había dos libros que mi madre se compró para casarse, de los cuales uno se titulaba “Lo que toda mujer debe saber”. Toma ya con el título. El otro no lo recuerdo.
En cualquier caso, ambos defraudaban, porque datan de los años cincuenta o principios de los sesenta y en España este tema no estaba muy bien visto. La cuestión es que recuerdo leer estos libros a escondidas.
Desde hace ya bastantes años es mucho más fácil acceder a información más interesante, útil y detallada, aunque es gracias a Internet cuando se ha producido la explosión más grande.
Entrando en el argumento, suele ser habitual para ciertas prácticas sexuales el empleo de una especie de palabra de seguridad, de hecho hay una serie de novelas del género con una de estas palabra como subtítulo. ¿Por qué no vemos este recurso entre los protagonistas de tu novela?
La protagonista femenina deja claro desde el principio que no quiere dolor, por lo que no necesita palabra de seguridad. En el argumento, otro de los personajes sí sufre mucho dolor, pero sus circunstancias excluyen este recurso. Finalmente, cuando la novela llega al punto de no retorno (y no quiero desvelarlo) el tema de la palabra se plantea y se explica por qué tampoco puede usarse.
Hablaba de una serie de novelas que nada tienen que ver con la tuya. Pero sí me gustaría saber si alguna vez te ha tentado hacer una bilogía o una trilogía erótica ya para esta ‘Cuando la vida es sexo’ o para otra.
He ido respondiendo parcialmente a esta pregunta. No me interesa profundizar en el tema de la novela erótica, ni como lectora ni como escritora. Es verdad que en todas mis novelas hay sexo explícito, y me gustaría que lo hubiera en todo lo que leo, lo cual casi nunca es así, porque mis lecturas son en su mayoría de ficción contemporánea sin más apellidos, dirigidas a un público cuanto mayor mejor, e imagino que por ello los autores procuran no introducir elementos que puedan herir susceptibilidades. En cualquier caso, aprovecho para decir cuánto odio los apellidos, y qué pocos géneros puros hay, porque en cualquier novela se da una mezcla de varios.
Pero también he hablado del “casi spin-off” que tengo a medias, aunque yo no lo calificaría de erótico. Si hablando en puridad, para que una novela sea erótica el sexo ha de ser el hilo conductor de su argumento, ésta no lo es, ninguna de mis otras novelas lo es.
He de reconocer que han aparecido un par de términos que desconocía, al menos su nombre. Uno de ellos es el bukkake. En este caso sí que te quiero preguntar por la parte en la que como autora has de mostrar al lector que no solo en el sexo está el francés y el misionero.
Las cosas o se hacen bien o no se hacen. Todo surge de lo que ya he dicho: mi infinita curiosidad por la teoría sexual. El bukkake, por ejemplo, es muy llamativo. Por lo que he leído, aparece en Japón ante sus extrañas normas sociales que prohíben, por ejemplo, incluir imágenes de penetraciones genitales aunque sea cine para adultos. Incomprensible. Entonces, ¿qué hacen? Llegan a la brillante conclusión de que la eyaculación es muy excitante y que ya que el fornicio se les queda cojo, poner a una mujer de rodillas rodeada de hombres eyaculando sobre ella es el cénit del erotismo.
Ésta es la representación “académica” del bukkake. Yo lo extiendo a menos personas y/o diferentes posturas, tampoco hace falta humillar tanto.
Indudablemente, una novela erótica con dos prácticas sexuales es bastante cutre. Una vez que te pones, vas con todo. Y ya he dicho que fue un desahogo, así que los únicos límites son mis infranqueables, lo que nunca aparecerá en mis novelas: pederastia y zoofilia.
¿Qué esperas que experimenten los lectores cuando lean tu novela tanto durante como cuando terminen?
Depende de la novela, pero en general pretendo ante todo que lo pasen bien, que se entretengan, que se les haga corta.
Si hay sexo, que se exciten, porque yo he leído cosas que me han dejado fría e incluso me han dado asco y eso lo considero el colmo del fracaso. De esta novela digo que es para leer con una sola mano, así que no hace falta mayor explicación.
Pretendo que si los lectores son mucho de imaginar, como yo, que visualicen las escenas con facilidad porque estén bien contadas y bien descritas, que sean reales. Y que al final se queden con un buen sabor de boca y una sonrisa.
Me gustaría, para finalizar, saber qué tienes en mente literariamente hablando para aquellas lectoras y lectores que se hayan quedado con ganas de más… literariamente hablando, claro.
Aquí remato la entrevista, desde luego, porque lo que tengo entre manos es una novela con la mínima cantidad de sexo explícito posible, y con un lenguaje medido, hasta el punto de que la palabra “polla” sólo aparece formando parte de ese maravilloso aforismo “donde tengas la olla no pongas la…”
Ello no significa que los protagonistas no tengan sexo, que lo tienen y mucho, pero no me voy a extender en descripciones y detalles escabrosos.
Es un reto personal y además surgido de ¡un sueño! Sí, pero no tuvo nada de erótico. Me proporcionó una idea, durante mis vacaciones de este verano de 2017 en Escocia y la historia surgió como un torrente, tanto que llevo más de 88.000 palabras escritas y la novela no está terminada.
He aprovechado todo lo visto/conocido/visitado en el viaje, y experiencias anteriores. Al volver a España pasamos un par de días en Alicante, una ciudad que no había recorrido como turista, y descubrí un barrio maravilloso que no sabía que existía y allí empieza la novela, porque de allí es la protagonista femenina, que viajará como Erasmus a Edimburgo, donde le ocurrirán mil cosas, pero no sólo en esa ciudad, porque recorrerá las Highlands, que me han enamorado… aunque se marchará del país. Para trasladarse a Nueva York, donde le pasarán más cosas, pero donde tampoco se quedará. Volverá a Europa, concretamente a París y ¿a que no adivináis? le pasarán todavía más cosas. Y es que la novela empieza en julio de 2001 y acaba en julio de 2018, aunque el segundo capítulo da un salto a 2017. Después volverá atrás y ya tendrá una continuidad temporal.
Otra cosa que estoy haciendo en esta novela es introducir historia real al final de cada capítulo, en relación con los lugares donde ha transcurrido la acción, intentando que resulte ameno e interesante. Pretendo hacer algo novedoso, o al menos poco habitual, porque ya está todo inventado.
En cualquier caso, novelas sin publicar y sin acabar tengo un montón en mi ordenador. Me falta la editorial importante y estupenda que quiera convertirme en un best-seller. Un detallito sin importancia.
Palabras relacionadas: Mar de la Vega, Cuando la vida es sexo, erotismo, novela.
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